Forjando la Memoria: SOLEDAD BARRET
Soledad Barret Viedma nació en Paraguay el 6 de enero de 1945. Para aquellos que no saben, fue torturada y asesinada en Recife el 8 de enero de 1973, cuando apenas tenía 28 años de edad. La mataron de manera innoble y a traición, la tragedia no sólo llegó a ella sino al futuro niño que acunaba sus entrañas tajoneadas salvajemente por los sicarios.
Sus biógrafos la relatan llena de encanto y con la gracia tan particular de la mujer paraguaya. Era bella por fuera pero por dentro la integridad de su personalidad y de su carácter bondadoso y solidario la hacia sensible a todos los dolores ajenos e indiferente a los propios. Era rebelde frente a las injusticias, decidida y valiente. Estaba poseída por la sólida conciencia moral del abuelo que le impedía permanecer indiferente ante el despotismo y la empujaba a colocarse al lado de los desdichados.
Soledad y su familia se exiliaron en Uruguay y vivió en Montevideo buena parte de su juventud. Reconocida y admirada en Montevideo por su ajetreada actividad social entre la colectividad de exiliados y uruguayos cuya fugaz estrella lució en su discurso antinazi de un mitin multitudinario de reparación al atentado que sufriera en julio de 1961, cuando siendo una adolescente de 16 años, un grupo neo-nazi la secuestró por su condición de dirigente estudiantil. Usaron con Soledad algunos procedimientos que luego serían habituales: se apagó la luz, la arrastraron del pelo, la encapucharon y la metieron en un auto. “Gritá ¡Viva Hitler!” le decían, “¡Muera Hitler!”, gritó la muchacha. “Gritá ¡Muera Fidel!” “¡Viva Fidel y la revolución cubana!”, respondió. Como no lograron que gritara lo que ordenaban, le tatuaron esvásticas en los muslos con una hoja de afeitar y la tiraron a la calle.
Debió exiliarse y vivió varios años en Cuba donde conoció al brasileño José María Ferreira de Araujo con el que se casó y tuvo una hija. Él regreso a Brasil en 1970 para integrarse a los grupos clandestinos que trabajaban por el socialismo pero es apresado y muerto. Ella entonces encuentra a su “ángel de la muerte” José Anselmo dos Santos.
El “cabo” Anselmo, infiltrado de los servicios policiales en los grupos de izquierda que luchaban contra la dictadura. Se trata de un líder revolucionario odiado por una generación de brasileños, pues fue el delator de sus propios compañeros, llevando a muchos de ellos a un destino fatal. Nadie, en el Brasil, conoce su cara. Sigue viviendo, con más de 70 años, con el rostro cambiado por la cirugía plástica y protegido por la inteligencia de la Marina brasileña y la CIA.
El cabo Anselmo fue maestro de inhumanidad y vileza porque denunció sistemáticamente durante casi dos años a centenares de compañeros, lo que significaba entregarlos a la tortura y la muerte. Anselmo llegó bien lejos y completó su traición entregando a los seis miembros del grupo del que él mismo formaba parte como infiltrado. Entre ellos estaba su propia compañera, Soledad, que además estaba embarazada. Los seis fueron apresados, torturados y muertos en lo que se llamo la masacre de la Chácara de São Bento"
Una testigo presencial testificó: "Soledad y Pauline estaban en la boutique donde trabajaban, cuando cinco hombres, diciéndose policías, invadieron el local, golpearon salvajemente a Pauline mientras Soledad, que estaba embarazada de 5 meses, sólo preguntaba insistentemente ¿por qué?"… "después las dos fueron llevadas en dos autos". Cuando le fueron mostradas fotos, la testigo identificó al Cabo Anselmo como uno de aquellos cinco hombres.
…Era la noche de los caimanes…y Soledad descubrió de golpe que había incubado el huevo de la serpiente, que su pareja y el padre de su futuro hijo era el verdugo que empujó a la muerte a sus compañeros, a ella y a su propio hijo antes de nacer.
Soledad Barret es señalada como ejemplo de mujer de la segunda mitad del siglo pasado en su papel de revolucionaria en el Cono Sur sudamericano. Hubieron muchísimas y valientes mujeres que ofrendaron sus vidas durante la dictaduras, sin embargo Soledad tuvo un especial carisma: fue tan bella y sensual como revolucionaria, traía en la sangre el fervor militante tanto de su padre como de su abuelo, el escritor anarquista Rafael Barret, fue amada y admirada entrañablemente por sus compañeros y odiada visceralmente por los enemigos de clase. La Barret no anduvo con medias tintas, por todo ello su figura contribuye a llenar de mística a sus congéneres que lucha construyendo el socialismo en este Siglo XXI.
Las declaraciones presentadas en 1995 ante la Comisión de reconciliación por la abogada Mércia Alburquerque que logró entrar al depósito de cadáveres del cementerio de Santo Amaro son estremecedoras: "Pauline estaba desnuda, tenía una perforación en el hombro y parecía haber sido muy torturada. Soledad, también desnuda, tenía a su alrededor mucha sangre y a sus pies un feto".
Ha tenido que pasar más de tres décadas para que su heroísmo revolucionario empezara a ser conocido en su país natal. Mario Benedetti y Daniel Viglietti inmortalizaron en letras y músicas su personalidad cautivante.
“mi vida entera no alcanza para creer/ que puedan cerrar lo limpio de tu mirada;/ no existe tormenta ni nube de sangre que puedan borrar/ tu clara señal”
¡HASTA SIEMPRE!!
Sus biógrafos la relatan llena de encanto y con la gracia tan particular de la mujer paraguaya. Era bella por fuera pero por dentro la integridad de su personalidad y de su carácter bondadoso y solidario la hacia sensible a todos los dolores ajenos e indiferente a los propios. Era rebelde frente a las injusticias, decidida y valiente. Estaba poseída por la sólida conciencia moral del abuelo que le impedía permanecer indiferente ante el despotismo y la empujaba a colocarse al lado de los desdichados.
Soledad y su familia se exiliaron en Uruguay y vivió en Montevideo buena parte de su juventud. Reconocida y admirada en Montevideo por su ajetreada actividad social entre la colectividad de exiliados y uruguayos cuya fugaz estrella lució en su discurso antinazi de un mitin multitudinario de reparación al atentado que sufriera en julio de 1961, cuando siendo una adolescente de 16 años, un grupo neo-nazi la secuestró por su condición de dirigente estudiantil. Usaron con Soledad algunos procedimientos que luego serían habituales: se apagó la luz, la arrastraron del pelo, la encapucharon y la metieron en un auto. “Gritá ¡Viva Hitler!” le decían, “¡Muera Hitler!”, gritó la muchacha. “Gritá ¡Muera Fidel!” “¡Viva Fidel y la revolución cubana!”, respondió. Como no lograron que gritara lo que ordenaban, le tatuaron esvásticas en los muslos con una hoja de afeitar y la tiraron a la calle.
Debió exiliarse y vivió varios años en Cuba donde conoció al brasileño José María Ferreira de Araujo con el que se casó y tuvo una hija. Él regreso a Brasil en 1970 para integrarse a los grupos clandestinos que trabajaban por el socialismo pero es apresado y muerto. Ella entonces encuentra a su “ángel de la muerte” José Anselmo dos Santos.
El “cabo” Anselmo, infiltrado de los servicios policiales en los grupos de izquierda que luchaban contra la dictadura. Se trata de un líder revolucionario odiado por una generación de brasileños, pues fue el delator de sus propios compañeros, llevando a muchos de ellos a un destino fatal. Nadie, en el Brasil, conoce su cara. Sigue viviendo, con más de 70 años, con el rostro cambiado por la cirugía plástica y protegido por la inteligencia de la Marina brasileña y la CIA.
El cabo Anselmo fue maestro de inhumanidad y vileza porque denunció sistemáticamente durante casi dos años a centenares de compañeros, lo que significaba entregarlos a la tortura y la muerte. Anselmo llegó bien lejos y completó su traición entregando a los seis miembros del grupo del que él mismo formaba parte como infiltrado. Entre ellos estaba su propia compañera, Soledad, que además estaba embarazada. Los seis fueron apresados, torturados y muertos en lo que se llamo la masacre de la Chácara de São Bento"
Una testigo presencial testificó: "Soledad y Pauline estaban en la boutique donde trabajaban, cuando cinco hombres, diciéndose policías, invadieron el local, golpearon salvajemente a Pauline mientras Soledad, que estaba embarazada de 5 meses, sólo preguntaba insistentemente ¿por qué?"… "después las dos fueron llevadas en dos autos". Cuando le fueron mostradas fotos, la testigo identificó al Cabo Anselmo como uno de aquellos cinco hombres.
…Era la noche de los caimanes…y Soledad descubrió de golpe que había incubado el huevo de la serpiente, que su pareja y el padre de su futuro hijo era el verdugo que empujó a la muerte a sus compañeros, a ella y a su propio hijo antes de nacer.
Soledad Barret es señalada como ejemplo de mujer de la segunda mitad del siglo pasado en su papel de revolucionaria en el Cono Sur sudamericano. Hubieron muchísimas y valientes mujeres que ofrendaron sus vidas durante la dictaduras, sin embargo Soledad tuvo un especial carisma: fue tan bella y sensual como revolucionaria, traía en la sangre el fervor militante tanto de su padre como de su abuelo, el escritor anarquista Rafael Barret, fue amada y admirada entrañablemente por sus compañeros y odiada visceralmente por los enemigos de clase. La Barret no anduvo con medias tintas, por todo ello su figura contribuye a llenar de mística a sus congéneres que lucha construyendo el socialismo en este Siglo XXI.
Las declaraciones presentadas en 1995 ante la Comisión de reconciliación por la abogada Mércia Alburquerque que logró entrar al depósito de cadáveres del cementerio de Santo Amaro son estremecedoras: "Pauline estaba desnuda, tenía una perforación en el hombro y parecía haber sido muy torturada. Soledad, también desnuda, tenía a su alrededor mucha sangre y a sus pies un feto".
Ha tenido que pasar más de tres décadas para que su heroísmo revolucionario empezara a ser conocido en su país natal. Mario Benedetti y Daniel Viglietti inmortalizaron en letras y músicas su personalidad cautivante.
“mi vida entera no alcanza para creer/ que puedan cerrar lo limpio de tu mirada;/ no existe tormenta ni nube de sangre que puedan borrar/ tu clara señal”
¡HASTA SIEMPRE!!
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