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El polvorín

Uruguay/Nicaragua: Luis Alberto Machado Rodales. Un hombre que tiró la piedra un millón de veces...

5 Diciembre 2010 , Escrito por El polvorín Etiquetado en #Politica

Luis Alberto Machado Rodales

Un hombre que tiró la piedra un millón de veces

buscando el cielo propio y fecundo que es el cielo del hombre


Antes que nada, unas pocas palabras acerca de la fortísima y atrapante personalidad de “El Gordo” -como me gustaba decirle, en lugar de “El Chacal”, como se lo bautizó con cierta ironía criolla en el campo de concentración “de Libertad”, en los bostezos del amanecer fascista que envejeció en menos de una docena de años… Y, luego, una reflexión que, sinceramente, me asalta ahora, unas horas después de habernos enterado de que “El Gordo” la quedó abatido por un cáncer fatal, sin que muchos supiéramos siquiera que estaba en Montevideo, internado, seguramente con más de 70 años a cuestas y una vida de millones de páginas que nunca serán escritas.


Luis Alberto Machado Rodales fue un revolucionario y un materialista consecuente en todos los planos de su vida. Lo fue también en su poética y legendaria forma de ser cotidiana, en la que jamás perdió eso que él llamaba “cosmovisión”, y que manejaba y recomendaba no sólo como premisa intelectual rectora, sino también como goce del alma y como máxima expresión espiritual en un revolucionario: cosmovisión quería decir para él, internacionalismo, sentido dominante de pertenencia a una clase sin más patria que la fé en la causa.


“El Gordo” vivió la cana aferrado a la cosmovisión, aunque muchas veces lo fuera sólo a partir de antojos suyos, de sus ojos grandotes-grandotes hechos para escudriñar el universo y no solamente la comarca o la secta a la que estuviera vinculado, dinámicamente, sin conformismo de ninguna especie, sin creer del todo en “los datos de la realidad”.


Maestro en el arte de entremezclar realidad y creatividad personal, nunca nadie pudo saber propiamente qué cosas de sus relatos “autobiográficos” pertenecían a acontecimientos ocurridos verdaderamente y qué cosas habían surgido de una ficción espiritual que él cultivó con genialidad, sin creer que los edificios de la creación humana fueran monopolio de la literatura, el teatro o el cine.


Para muchos, muchísimos, “El Gordo” padecía de “mitomanía”, esa supuesta y rara “patología” que hace que asumamos cosas inventadas en nuestro cerebro y nuestro corazón, como “cosas objetivas”…


Nunca se detuvo a tratar de aclarar nada ni desmentir el diagnóstico que hicieron, entre otros, algunos de los que unos años después le diagnosticaron “locura” a Raúl Sendic, por exteriorizar con sinceridad sus “descabelladas” ocurrencias políticas apenas salidos de las mazmorras maragatas. Tampoco nos dijo cuáles estafas magistrales a burgueses de Europa y no solamente de Europa, eran reales y cuáles inventadas, en sus aventuras juveniles de anarco práctico “internacional”, para el que la legalidad burguesa no sólo era cuento más allá de códigos, fronterasy cachiporras, sino también algo tan expugnable como el derecho burgués y toda su enclenque ficción “jurídica” apoyada en los sables, la biblia y las llamadas buenas costumbres.


Para “El Gordo”, “ficcionar” era una necesidad ineludible en un mundo en el que la ficción es dueña y señora de la que nacen realidades y surrealidades más increíbles que la misma ficción. “Ficcionar”, para él, era crear, proyectar, disparar, encender fuegos con los que poca gente se atreve; desafiar verdades y mentiras consagradas por la fuerza de la costumbre y por hábitos de pensamiento tan perezosos como lo son sus mismos propulsores, los conservadores “natos” de todos los tiempos.


Era capaz de decirte –en un puazo de su lógica dialéctica que especulaba con la tuya y trataba de llevarte a su misma sintonía- que había sido amigo de Shakespeare, Engels o Bakunin, pero –como bien señala el otro “Gordo” querido, Néstor- también te aseguraba que era amigo de Julio Cortázar, y no te mostraba la carta que recibió de él solicitando “visita especial” en el penal, para que le creyeras, sino para compartir con sencillez pueril, con algunos compañeros, la inmensa alegría de saber que el gran escritor y compañero se acordara de él, todavía, tantos años después de añejos coloquios en los que con toda seguridad “El Gordo” le hizo la “crítica literaria” a algunos de esos geniales cuentos sin patria, sin ubicación geográfica, desprovistos de lógica formal y sentido común.


“El Gordo”, era, por lo dicho y por muchas cosas más guardadas en el corazón de muchas y muchos, un personaje querible desde el primer encuentro. Al “Gordo Machado” lo buscabas cada vez que sentías necesidad de alguien que te infundiera ganas de vivir y un optimismo que no tenía nada que ver con la estupidez triunfalista.


Alberto Machado –revolucionario hasta en la estampa de preso uniformizado y numerado; atrevido, inquisidor, removedor de cosas juzgadas- fue la imagen de lo que fue: un libertario de dos siglos, un “animal político” que –disculpen la grosería- te despertaba esa euforia y esos instintos humanos trascendentales, que solamente despiertan esos perros que no dejan de darte vueltas si llegás a tu casa y no les das bola.


“El Gordo” era lo que se dice un hermano al que poco le importaba que fuéramos hijos de padres distintos o que nuestras madres se llevaran como gato y perro. “El Gordo” vivió cosechando cariño porque lo sembró al boleo y sin calcular nada; nada que no fuera intrínsecamente inherente a la amistad que también puede darse entre militantes, a pesar de los malos ejemplos.

 

Bueno, me llevó más párrafos la “breve” alusión a la personalidad de Luis Alberto, que la reflexión que dejé para el remate, capaz que mejor así, más breve que lo anterior, más contundente:


El sábado, cuando Jorge me dijo que “El Gordo” había muerto, volví a mi casa sin ganas de escribir nada a propósito, caliente por haber desperdiciado la oportunidad de charlar con él hace cerca de un año después de 25… Volví  perseguido por una pregunta que en realidad es una respuesta de la que cuatro días después no puedo desprenderme:


¿No será que este “mitómano” internacionalista práctico, “estafador internacional”, señor de cosmovisiones, creador de mundos todavía en estado de gravidez, fue uno de los pocos –tal vez el más convencido de todos- que acertó el camino post dictadura, sin titubeos, sin vanas esperanzas, sin idealismo, eludiendo la imposible “recomposición” de viejas ficciones y fracciones alejadísimas unas de otras, sacándole el culo a estériles e interminables debates, presintiendo “definiciones ideológicas” que ya estaban definitivamente instaladas desde la derrota, la cana, el exilio y la clandestinidad, y apuntando la mira hacia imposibles posibles que reclamaban de todos los brazos y todas las neuronas del mundo, para respaldar la victoria y la consolidación de otras revoluciones que son la misma revolución en todas partes?.


¿No será que la ida sin transición de Machado a defender Nicaragua y luchar con los salvadoreños, era la alternativa realmente posta y revolucionaria de hecho?.


¿No será que en 1980 y pico, Luis Alberto Machado Rodales saltó de los vehículos militares que nos fueron desparramando por todo el país en un replay al revés del ´72/´73, para lanzarse con todo su materialismo al hombro a concretar la intencionalidad revolucionaria imposible posible que nos contagiara a todos o casi todos los que terminaríamos encerrándonos en inútiles discusiones truncadas de antemano por los que ya tenían asumidos de antemano los caminos a-críticos que condujeron al posibilismo populista?.


¿No será que faltaron los liderazgos de alguien como él, que fue un maestro de la consecuencia y la creatividad revolucionarias, pero que no tuvo espíritu de liderazgo en lo más mínimo como para llamarnos automáticamente a una mesa redonda, a una conferencia, a un debate –qué sé yo-, que nos indujera a volver a empuñar la revolución empuñado el fusil allí donde esto fuera tan elemental y obligado como comer?.


¿No será que Machado ya había salido convencido de que contagiar su determinación era una verdadera quimera que ni siquiera entraba en su lógica dialéctica atrevida y desafiante?.


En fin, nada de deificación de “El Gordo”; nada de lo que a él tampoco le gustaba para nada, aunque jamás tuvo prejuicios que le impidieran hablar de sí mismo sin mentirosa modestia. Pero una cosa sí es cierta, así lo siento: Luis Alberto Machado Rodales no cometió el error, el brutal idealismo, de acompañar siquiera un tramo a aquellos que no han tenido ni un gramo de “mitomanía” como para preservar al menos principios filosóficos y sentimientos fraternos que deben sobrevivir y pelear aún en las peores circunstancias, incluso por encima de posiciones o posicionamientos políticos, si es cierto que se optó por los más débiles.


“El Gordo” –que alguien lo desmienta- tuvo por lo menos –que no es poca cosa, sin duda- la visión clara de que ni siquiera había condiciones entre la caterva de corrientes y subcorrientes del regreso del ´85 para establecer alianzas circunstanciales mínimamente prometedoras. O se empezaba todo de nuevo, o poco se salvaría del desbarranque ideológico imperante; la otra, la que Machado vio y concretó, era la de irse a pelear con todo donde se peleaba con todo, frontalmente, sin medias tintas, por más riesgos que hubiese de quedar atrapados en la lógica belicista del imperio y volver a caer destrozados.


No sé, “El Gordo” fue una luz que se fue de nuestros ojos muy rápidamente y que ahora, ya muerto, nos remueve la conciencia y nos provoca una cierta desazón solamente superable a fuerza de esa misma cosmovisión que fue el faro de sus días y sus noches, y que no le dejó vencerse en las a veces prolongadísimas tinieblas del intrincado pero vivificante gérmen revolucionario.


Deseo compartir, en su honor, estas palabras suyas llegadas a nosotros hace unos meses nomás, luego de décadas de combatir en otras tierras que son nuestra tierra, por una causa que es la misma donde sea:

 

“Es la hora

 

A mis compañeros tupamaros en el día mas triste.


Realmente no sé que nos pasa a los militantes de izquierda que hemos sido siempre, por definición, la gente mas interesada en el futuro de los procesos sociales que involucran a nuestros pueblos en su conjunto, que no nos hemos preocupado seriamente por el análisis geoestratégico para forjar las respuestas revolucionarias, y nos hemos desgastado en pseudoestrategias más o menos oportunistas, y perdido fuerzas y energías apoyando tibios intentos de "cambio social demokrático".


Evidentemente la contraconciencia que nos han inculcado guante de seda demokratico mediante, ha dejado más cicatrices ideológicas que las batallas perdidas por las guerrillas en nuestros espacios, pero ha llegado la hora de hablar con la verdad en la mano. Como dijo Fidel, está en juego la supervivencia de la humanidad.


 

 

No más "ilusiones" Bachelet Tabaré Obama Zelaya Funes Juanes; no más espacios a los oportunistas de derecha; no más un millón de personas para penetración y diversionismo ideológico; no más apoyo a los demókratas semifascistas encubiertos; no más aperturas a los desviacionistas ideológicos.


Los héroes mediáticos tienen sus espacios a nivel mundial, no hay dudas, pero a la hora de la hora resultan más pequeños que una nuez.


Si se está pensando que nuestra lucha ha sido derrotada, que estamos viviendo sólo el final de un sueño, es hora de ponerlo en la mesa de discusión y ver quién está y quién no está, más allá de tantas palabras y declaraciones y papeles y canciones.


El Ché murió sólo en Ñancahuazú.


Ese destino no nos da miedo.

 

Puedo percibir que el tiempo apremia, día a día la pila de sacrificados en el altar del sistema capitalista aumenta vertiginosamente, y un sentimiento de derrota hasta ahora rechazado, que ya hace años ha invadido a viejos compañero, zumba y gira violento por todas las ventanas de todos los medios de comunicación de todo el mundo, arrazando con "ilusiones", sueños, esperanzas, deseos, necesidades,

 

Entonces,


Entonces nosotros los hombres y mujeres de "nuestra América", estamos obligados a pararnos de frente al enemigo,  que sueña que con su tecnología de exterminio puede avasallar, domesticar, destruir nuestra conciencia, para decirles con voz clara y vertical:

 

"No pasarán"


No pasarán porque la conciencia del ser humano es indestructíble, y ese es nuestro escudo, nuestra espada, nuestro rayo de luz, porque si ustedes pudieran superarnos nosotros estaríamos entregando a la humanidad toda al arbitrio genocida de sus intereses metálicos.

 

Entonces,


Estén claros que somos 371 millones en nuestra América, y no tienen ustedes fosas comunes suficientes para la gran mayoría que los enfrentará, hasta las últimas consecuencias.

 

Y nosotros no vamos a dejar solos al comandante Fidel, a Hugo, ni a Evo, ni a Lugo, ni a Correa, ni al comandante Daniel, no casualmente el más satanizado del continente.

 

Y no dejaremos sólos a los compañeros de las Farc-Ep y ELN, que van a ser los primeros y mas golpeados porque ustedes no se equivocan donde está la vanguardia en el terreno y vendrán a sangre y fuego contra ellos, que seremos todos,


Y recuerden, ya Sandino con un ejército del pueblo los expulsó de Nicaragua y no casualmente tuvieron que desarrollar toda la fuerza siniestra del conflicto de baja intensidad para neutralizar toda una etapa del proceso revolucionario, pero ustedes tuvieron la lucidez de no poner el pié otra vez en territorio nicaragüense.


Y estén claros, que si cuando se fundó el IRA en las catacumbas de Dublín ellos dijeron que estaban dispuestos para una guerra que iba a durar cuatrocientos años, cuando comience la resistencia en este continente, no nos vamos a dar plazos para el triunfo, porque la derrota no existe para los que luchan por la libertad en contra de la explotación del hombre por el hombre, error enorme de Fukuyama, la historia no ha terminado, y nuestra lucha es joven, recién comienza hace algunos cientos de años.

 

No pretendo hablar en nombre sino de mí mismo, objetivamente no pertenezco a ninguna organización política, por lo que puedo hablar con absoluta libertad lo que pienso.

 

Pero eso sí, tengo la pretensión de elevar mi voz en nombre de mis compañeros caídos en la lucha "por una patria para todos", a lo largo y a lo ancho de este mundo donde nos ha tocado vivir, y compartir la aventura del ser humano sobre este planeta, más allá de ideologías, religiones o ámbitos geográfico culturales, la misma sangre circula por nuestras venas, y con el ejemplo del Ché, aprendimos a ser generosos con la nuestra.

 

Fraterno.


Alberto Machado, 1º de marzo de 2010”.-

 

Gabriel Carbajales, 30 / 11 / 10, Santa Catalina, Uruguay.-

 

¡Vivan los compañeros! Hasta siempre Luis Alberto

Luis Alberto Machado Rodales "el chacal", (Nº 067 en el EMR Nº 1), permaneció recluido varios años en el Penal de Libertad durante el período del Terrorismo de Estado. Autentico protagonistaprotagonista de la lucha del pueblo uruguayo y hace llegar sus sinceras condolencias a sus familiares, a sus compañer@s y amigos.

Crysol
Ibiray
y tod@s quienes seguimos la misma senda e ideales de siempre.
iHASTA SIMPRE COMPAÑERO!

 


La Vida del Chacal en Nicaragua


 
A todos los compañeros:
 
Estos días he estado reflexionando a cerca de la vida de Alberto en Nicaragua.
 
Esto es debido a que fueron muchos años aquí y con una gran riqueza política y espiritual.
 
Cuando Herita y Alberto llegaron a Nicaragua venían de reencontrarse en Suecia luego de los largos años de reclusión de Alberto los cuales fueron cerca de año y medio en el Penal de Punta Carretas del cual salió cuando el abuso, posteriormente trece años en el Penal de Libertad recuperando su libertad cuando la amnistía.
 
Al llegar ellos a Nicaragua nos toco irlos a buscar al aeropuerto.
 
Como ustedes se imaginan en plena revolución con un enorme entusiasmo de parte de todos nosotros y en unas circunstancias mágicas.
 
Recuerdo que Alberto se emociono al ingresar a Nicaragua y se le caían incluso algunas lágrimas de pensar que se iba integrar a esta revolución.
 
Durante sus años de vida en Nicaragua (aproximadamente 24 años) tuvimos muchas experiencias algunas de ellas en común y otras cada quien en lo que le toco hacer.
 
Alberto estuvo siempre vinculado a las actividades político-militares y de seguridad que era parte de su personalidad.
 
Sin embargo en estas circunstancias me recuerdo de algunos episodios que compartimos Alberto y yo y son para mi recuerdos imborrables.
 
Durante algunos años nos toco entrenar militarmente a los guerrilleros salvadoreños de el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), fue una experiencia muy enriquecedora y seguimos todo el proceso hasta la ofensiva final en el Salvador que posteriormente llevo a los acuerdos de paz en ese país y actualmente el gobierno en el Salvador es del FMLN.
 
Cuando EEUU invadió Panamá nosotros pensábamos que también iban a invadir a Nicaragua y nos organizamos para tratar de resistir lo mas posible si ingresaban aquí y todavía recuerdo a Alberto con un fusil en la mano, su pechera puesta en su pecho con los magazines y granadas de mano.
 
En otra oportunidad durante la guerra hubo un gran huracán y nos toco ir a reconstruir un pequeño pueblo en el interior que había sido desvastado por las aguas y el viento.
 
En ese sitio funcionaba una escuela de Batallones de Lucha Irregular (BLI) y las laminas de zinc de las casitas del pueblo se habían volado y caído cerca de la escuela de BLI donde había un sector minado y nosotros teníamos que reconstruir las casas y cuidar que nadie fuera a querer recuperar sus laminas y hiciera estallar una mina.
 
Luego de que finalizamos nuestra tarea allí cuando nos estábamos desplazando por el camino a otra zona veníamos en una caravana militar en la cual estaban integrados una cantidad de jóvenes de ambos sexos (voluntarios) y la consigna que teníamos era que la caravana no se podía detener a no ser que fuera atacada por la contra.
 
Sin embargo en determinado momento se detuvo la caravana y nosotros pensamos que había algún ataque, a pesar de que no se escuchaban detonaciones.
 
La realidad era que en un ataque de emotividad y cariño los mas jóvenes habían detenido la marcha para hacer un pequeño homenaje en el lugar donde meses atrás la contra había emboscado y matado a varias madres de combatientes sandinistas (llamados por nosotros Los Cachorros de Sandino), a pesar de que esto fue un acto de indisciplina lo pudimos entender a cabalidad y son esas cosas que tiene el pueblo Nicaragüense que nos hacen quererlo tanto.
 
Alberto participo en muchas actividades encubiertas en defensa de la revolución que obviamente no puedo describir aquí.
 
Es importante destacar que su compañera Herita (que también estuvo presa varios años en uruguay) siempre tuvo un comportamiento ejemplar y consecuente con sus ideas.
 
Todos estos sentimientos que solo podemos tenerlos Los Compañeros es una de la muchas cosas que nos diferencian totalmente con la gente de derecha.
 
El mejor homenaje que podemos hacer a la memoria de Alberto  es continuar con nuestra lucha cotidiana sin aflojar "nadita así" como decía el Che.
 
Como decimos en Nicaragua:
 
 Patria Libre o Morir.
 
 
Edmundo Escande
Managua, Nicaragua
 

 

Brindis por el Chacal

 

 

Hoy a la mañana abrí el correo y recibí la noticia de la muerte del Chacal. Corrientemente, suelo abrirlo todos los días, pero excepcionalmente, por razones que no vienen al caso, pasé todo el fin de semana sin asomarme a la pantalla. De haberlo hecho, podría haber estado para darle la despedida, aunque en honor a la verdad, creo que para el Chaca eso habría sido irrelevante.

 

Creo que el dolor es arbitrario, tramposo, impredecible. Quiero decir con esto que nunca sabemos de manera certera como nos va a afectar la partida de un compañero. Y la del Chacal me pegó fuerte.

 

De los diez años que estuve en el Segundo B, pase aproximadamente ocho en la celda 18 Derecha. La 19 la ocuparon con alternancia de años, Arturo Pedro Dubra Díaz (el “Flaco”, o el 862) y Luis Alberto Machado Rodales (el “Chacal”, o el 067). Eran absolutamente distintos, pero con algo en común, su grandeza, su entereza revolucionaria y su fraternidad. Ambos también me llevaban aproximadamente diez años, por lo que, de alguna manera, en el marco de una relación absolutamente igualitaria, sentí la gratificación de ser el hermano menor que en la vida real no pude ser.

 

Si de Arturo podría decir que fue el mejor de los tupamaros, del Chaca podría decir que se sentía tupamaro sólo porque estábamos en lucha y porque su primer principio era estar con aquél que se sacrifica. Creo que por eso se sentía muy feliz con estar confinado en solitario. No podía ver sufrir a otro pensando que la llevaba de arriba. Eso, que me lo repitió muchas veces y que yo tomaba con humor, era un elemento constitutivo de su personalidad y a la larga con su vida lo demostró. Eso no debe mezclarse con ningún tipo de ascetismo, que no formaba parte de su menú. En realidad era austero, pero no por sistema, sino porque no le interesaban los bienes materiales en sí mismos. Según una expresión que leí por allí, el Chaca podría haber sido un “bon vivant frugal”, si es que cabe la antinomia.

 

Antes que los sandinistas entraran a Managua ya me había dicho que si llegábamos a salir de allí él tomaría ese rumbo. La última vez que nos vimos fue poco después de salir, en un acto en Plaza Libertad, donde me confirmó que se iba. Se limitó a encogerse de hombros y decir: “¿Qué voy a hacer acá?”. En definitiva, no dejaba de ser consecuente consigo mismo.

Si alguien dijera que el Chaca tenía arraigo, que “la orga era su vida”, que tenía esa atadura con lo vernáculo que para nosotros era un rasgo de identidad, se equivocaría de cabo a rabo. El Chacal era algo así como un personaje de la III Internacional; su escenario era planetario, no nacional. Si pudiera ubicarlo en otro momento histórico, lo imaginaría en un período de guerra, operando detrás de las líneas enemigas, o en un escenario de Guerra Fría. En ese sentido podría parafrasear al Che cuando se definía como “ciudadano del mundo”. En definitiva, era un cosmopolita, y creo que esa es la palabra que mejor lo define.

 

Por añadidura, ignoraba olímpicamente el futbol, la murga, el canto popular, las glorias nacionales e incluso el tango, cosa que me irritaba de manera particular, lo que le hacía mostrarse más flexible y reconocer que algunos de los mejores sonetos de la lengua española se encuentran en esa vertiente. Sólo por eso los soportaba .

 

Un día, hablando de futbol, que era uno de los motivos favoritos de conversación entre los presos, el Chaca confesó que era hincha de Nacional. Enseguida se hizo un silencio y Roberto Bervejillo le dijo: “¿De Nacional? Me parece increíble. Yo hubiera pensado que eras del Borussia Dortmund, o del París Saint-Germain”. De manera elíptica, la definición lo englobaba por entero.

 

Si Arturo tenía mucho de épico; el Chacal era un personaje literario, complejo, a menudo histriónico, fraternal (incapaz de herir a un prójimo) y sobre todo muy fino, aunque hacía todo lo que podía por disimularlo. Si me refiero a ese histrionismo del Chacal, me remito a Monsieur Clappique, el notable personaje de “La condición humana”, del cual alguien escribió: “Histriónico, único en serlo entre los personajes de una novela cuya única endeblez es —Gide dixit— su exceso de inteligencia, corresponde a Clappique dar con la clave esencial de La condición humana”.

 

El histrionismo del Chacal englobaba una contradicción, a saber, la de que todo lo que decía era absolutamente inverosímil, pero al mismo tiempo era real, sólo que esa realidad era agrandada, estilizada y embellecida por la pluma del autor.

 

Como cosa natural me hablaba de sus andanzas con “Julio” y que le había apercibido que estaba incursionando en un experimentalismo que lo iba a apartar de la revolución y del arte de vanguardia. La pregunta obligada era “¿Qué Julio?”. Y la respuesta era: “Cortázar”. Tras de lo cual deploraba que yo no sufriera “Rayuela”, que para él era un ejemplo de novela de futuro, cíclica, circular y yo qué se qué más, y prueba de que al final Julio había tenido razón, a pesar de haber perdido tiempo en algunas necedades literarias de las cuales el Chacal lo había apercibido.

 

Decía haber sido profesor de filosofía en La Sorbona, lo que nunca le creí, pero que al mismo tiempo era algo en lo que creía a pies juntillas. No me hubiera extrañado ver una foto del Chaca impartiendo una clase magistral junto a Sartre, tal era el poder de sugestión que tenía y el rescoldo de verdad que poseían todas sus anécdotas. Por otra parte era un zorro. Cuando los oficiales (a los que el Chacal despreciaba sin odio y sin estridencias), en sus periódicas incursiones ultrajantes por las celdas, preguntaban la profesión del prisionero, el Chaca les decía, “profesor de Filosofía en La Sorbona”, con lo que mágicamente les hacía callar y borrarse rápidamente sin molestar.

 

Un día, como al pasar, me contó un combate boxístico que había protagonizado, sobreabundando en los jump, los cross de izquierda y la técnica que había usado para vencer a un rival muy difícil. Días después le comenté al Canario Antúnez, que además de obrero del caucho había sido efectivamente boxeador: “Te cuento la máxima. Ahora el Chaca me dijo que era boxeador”. “Y muy buen boxeador”, respondió el Canario. Rematando: “un estilista”. Era inútil, me ganaba siempre.

 

En una oportunidad tuvo un problema con un oficial y lo mandaron un mes a la “isla”, algo que era habitual en esas condiciones. Cuando volvió, sucio, barbudo y con el colchón a cuestas, le golpeé la mesa de material a través de la cual establecíamos comunicación para preguntarle como estaba. El Chaca salió a la ventana y serenamente me contó lo interesante que había resultado ese período de aislamiento, ya que le había permitido aproximarse al arte de pintores como Klee y Mondrian. La pregunta se imponía “¿Por qué?”. Es preciso aclarar que el Chaca era como los maestros de ajedrez, siempre iba dos o tres jugadas por delante, así que la pregunta del interlocutor ya estaba implícita en el orden de la explicación. La respuesta fue que la geometría de los barrotes (que era lo único que había para ver) favorecía la percepción de la estética del arte abstracto, lo que le dio pie para extenderse en un largo discurso que seguramente había rumiado pacientemente en la leonera. Recuerdo que en esa ocasión, la discusión se interrumpió cuando yo le dije que eso que decía ya lo planteaba Luckacs en la Estética, lo que irritó al Chacal, que por un momento (cosa rara en él), perdió la línea y me dijo que Luckacs era “un culo roto”. Eso me dio pie a que utilizara uno de sus argumentos favoritos y le dijera: “Esa no es una categoría estética”, lo que lo dejó visiblemente descolocado.

 

Tanto Arturo como el Chacal tenían sus manías. La del Flaco era su obsesión por el mate. Había logrado, no sé de que manera, conseguir autorización para que después de la cena le llenaran un termo con agua caliente, que hacía durar toda la noche (Arturo era como los caballos, dormía parado). Eso no lo libraba de que habitualmente el cabo de guardia hiciera caso omiso a la autorización y no permitiera que se le trajera el vital elemento, lo que daba lugar a batallas discursivas que a menudo terminaban con el Flaco en el calabozo. Cuando veía que la cosa venía in crescendo, yo llamaba a Arturo y le decía que tomara con agua fría, a lo que me respondía con su vozarrón: “Prefiero el ateísmo a las herejías”.

 

La manía del Chaca era la gimnasia. También había bregado por conseguir una autorización para realizarla, argumentando que estaba aquejado de una serie de síndromes rarísimos pero existentes, que estaban completamente por fuera de la capacidad de diagnóstico y del propio discernimiento de los médicos militares. Supongo que el Chacal los crispaba tanto con sus explicaciones científicas que optaron por firmarle la habilitación sin más trámite. Entre las dolencias que supuestamente justificaban la gimnástica estaba la fotofobia, la que por otra parte le ameritaba para tener una cortina en la ventana y para usar unos lentes oscuros, que acentuaban aún más su parecido con el archifamoso (por aquella época) “terrorista” venezolano Ílich Ramírez (a) “el Chacal”.

 

Pero si Arturo era un maníaco del mate amargo, el Chacal era un obsesivo del azúcar, que devoraba a puñados. Por supuesto, que -como para todo- él tenía una explicación para su compulsión, que era la combinación de la fotofobia, con la necesidad de gimnasia de su metabolismo y el acecho de otro síndrome, la astenia, que Aristóteles Onassis también tenía, con lo que terminábamos cerrando el cuadro incluyendo los lentes oscuros, que lo asimilaban al armador (también fotofóbico, por supuesto).

 

Esa preocupación del Chacal por las dolencias extrañas y por el ejercicio físico, no tenía en absoluto que ver con rasgos hipocondríacos, sino más bien con la íntima convicción de que el organismo debía ser entrenado y dominado para estar a la altura de las exigencias que el devenir le planteara. El Chacal no teorizaba sobre eso, prefería predicar con el ejemplo. Pero en una ocasión me contó la experiencia que para él significó su relación con un maestro zen, que entre otras proezas le había enseñado a perder el sentido alterando la respiración. Para molestarlo le dije que ese era un cuento chino y que además era “poco científico” (que fue lo que más le molestó). Pasó el tiempo y una noche, como sucedía cada tanto, nos hicieron bajar al primer piso a darnos una función de cine. Como era costumbre, nos sentamos en filas sobre nuestras correspondientes frazadas, felices por salir de la rutina habitual. De pronto, el Chacal, que estaba sentado junto a mí, comenzó a bufar como un rinoceronte, haciendo espasmódicos movimientos de inspiración y expiración. Segundos después se desvaneció en medio de la conmoción general. Con el gordo Laureano subimos trabajosamente los casi cien quilos del Chaca por las escaleras, lo llevamos en andas a la celda, la situación volvió a la normalidad y la función continuó. Yo me quedé cuidándolo y al poco rato me reveló la verdad. Resulta que estaba con unos papeles comprometedores encima (lo que era cierto y era parte de nuestro funcionamiento interno) y que notó un ambiente de requisa amenazante (lo que era una absoluta mentira) que burló apelando a la sabiduría ancestral del zen. Obviamente, todo era una tramoya dedicada a refregarme por el hocico mi incredulidad. Nunca confesé a los compañeros –por pudor y para proteger al Chacal- que el incidente, que es narrado desde otro perfil en “El hombre numerado”, de Marcelo Estefanel, fue provocado adrede para desnudar la miseria de mi escepticismo. Respecto a mí, volví a perder frente él, como siempre.

 

Luego de liberado, tuve ocasión de leer a Foucault y siempre pensé que el Chacal le hubiera dado insumos más que interesantes. En lo que a él refiere, creo que le hubiera representado una delicia figurar en algún fragmento de la “Vida de los hombres infames”, pese a no responder en absoluto –tal vez a su pesar- a esa calificación.

 

Tenía además sentido del humor y supongo que se reiría leyendo estas cosas. Sin embargo, nunca vi que utilizara ese humor a manera de sarcasmo o ironía para herir a otro compañero. Antes bien, solía reducirse a su mínima expresión o ironizar consigo mismo para que el interlocutor se sintiera a gusto. Alguna vez, mostrándome el juego, como el prestidigitador muestra las cartas con las que compone la ilusión, me dijo que la realidad era demasiado ruin como para no amenizarla un poco. Esa percepción tenía mucho que ver con ese montaje barroco del discurso que maquillaba lo cotidiano y lo hacía un camino transitable y a veces disfrutable.

 

Por lo demás, tenía una realidad familiar un tanto magra. Poca visita, de la señora que lo crió y poco más. Una infancia en Treinta y Tres, un padre quimérico que recordaba que recorría el campo a caballo y desmenuzaba los terrones entre las manos pensando en no sabía qué cosa. Pero la cara se le encendía cuando hablaba de Erita, su compañera, también presa, o de un personaje por él muy querido, el tío José (tío de Erita), un viejo judío relojero, sobreviviente de los campos de exterminio. “Del Bund era el tío José”, me decía, y se extendía en pormenores sobre esa organización de judíos socialistas de Europa Oriental que según él, tanto aportó a la izquierda uruguaya.

 

Tal vez por eso se apegaba tanto a nuestras familias, esperando la vuelta de la visita para saber como estaban los nuestros. Llegó a escribirse con mi madre y a soportar estoicamente mis relatos sobre las minucias de la visita con mi pequeña hija, Evelina. Se desvivía por hacerles algún regalo, pero su torpeza manual estaba en consonancia con la mía. Por eso me sorprendió un día entregándome un maravilloso juego de ajedrez en acrílico, guardado en una lujosa cajita artesanal de madera de cedro. El estuche era de cuero y tenía su número “067”. El obsequio me provocó tanta admiración que me comencé a interesar por la técnica con que lo produjo. Las explicaciones eran un tanto inconsistentes, llegando a un punto que eran inverosímiles. Fue así que una mañana, cuando nos abrieron la puerta para salir al recreo, el Chacal me abordó y al borde del quiebre emocional me dijo: “Le mentí a un amigo, le mentí a un amigo”. Por supuesto que el amigo era yo y que la mentira consistía en atribuirse la creación del portento, que había hecho ese talentoso artesano que era el Ñato Tiscornia. Lo único que era obra del Chacal era el estuche externo, que podría haberlo cosido ventajosamente un escolar. Sin desmerecer la memoria del Gordo, creo que en ese acto de contrición pesó más el cálculo que el prurito ético: yo estaba desparramando a los cuatro vientos la excelencia artesanal de Luis Alberto y a nueve celdas de distancia estaba el demiurgo. Está de más decir que lo perdoné, todo era muy noble como para no hacerlo.

 

Pero el Chacal tenía también otras características, que fortalecían aún más su parentesco con el bueno de Ílich Ramírez. Cuando cayó en Punta Carretas, como integrante de la OPR, venía de Europa, donde había estado vinculado a un selecto grupo de estafadores. Ya integrado al MLN, se fugó con nosotros de Puntas Carretas y en el Penal de Libertad me reveló su debilidad por el sistema financiero, por sus puntos vulnerables, por los mordiscos que se le podían dar. En ese aspecto, su regocijo era el del diletante. Durante años me instruyó en trucos y triquiñuelas para infligir algún dolor a los bancos y realmente el Chaca era muy ingenioso. En honor a la verdad hay que decir que sus métodos eran de minorista, pero para él, el regocijo no estribaba en la relación costo/beneficio, sino en el arte por el arte mismo.

 

De su periplo europeo trajo también otras cosas, como su cariño por las Comisiones Obreras españolas, por el cine italiano, al que conoció de cerca a través de varios directores y por la cocina francesa, a la que dio conmigo un noble uso. No recuerdo exactamente en que año, nos alimentamos durante largo tiempo con mondongo podrido. Poco antes de la hora del almuerzo, me acodaba en la ventana para fantasear con las comidas que me refería el Chacal. El gazpacho andaluz, el abadejo a la vizcaína, los mariscos del Levante, los productos de los distintos restaurantes y fondas de París, la comida romana, las pastas boloñesas (que según el Chacal eran muy buenas) y la comida piamontesa. Puedo jurar que después de esos periplos gastronómicos, el mondongo con mierda era más soportable.

 

Quería mucho a los dominicanos y a su lucha. Me narraba la invasión a Santo Domingo de parte de los marines como si hubiera estado presente (y tal vez estuvo, con el Chacal nunca se sabe), la resistencia de Puente Duarte, donde por primera vez entra en acción el pueblo armado y paran a los gringos. Si de sus incursiones europeas guardaba el recuerdo del “Pibe” Varela, de Santo Domingo le venía la memoria de un gran amigo, el “Gallego” Manolo. Era un notable narrador y me deleitaba con los detalles de la resistencia, con los francotiradores que con sólo adaptar un suplemento al cargador de cinco tiros del Máuser, lograban desconcertar a los marines; con el emplazamiento de las ametralladoras en la Ciudad Vieja; del invento hecho por los estudiantes de ingeniería, de minas que estallaban con el aire que desplazaban las hélices de los helicópteros gringos; de la estrategia y la táctica de la lucha callejera. Eran apasionantes los relatos del Chaca y a mi no me importaba ni me importa que me cagara a mentiras. Con la fe del carbonero afirmo que todo era verdad, es más, que todo es verdad.

 

Y era además un tipo bueno, que en definitiva tal vez sea lo que más importa. Lo jodía diciéndole “La monja”, por ese interés permanente que tenía en el ánimo de los compañeros, en sus preocupaciones. Cierto es decir que a veces se cruzaba con alguno, y entonces, por un rato, era inmisericorde. Pero se le pasaba y puedo decir que daría con gusto la vida por cualquiera (cosa que por otra parte, le hubiera encantado).

 

Recuerdo en particular una oportunidad en la que cayó al piso en tránsito un nuchacho sancionado, en condición de incomunicado. Era extremadamente joven y el Chacal se preocupó por su estado y no sé cómo hizo pero pudo abrirle la ventanilla y hablar con él para apoyarlo. “Está todo bien”, me dijo después. “Está fuerte el botija, tiene la cabeza bien, sus códigos, su moralcita”. Siempre me quedó ese término, la “moralcita”, la indispensable para resistir con dignidad en esas condiciones.

 

Durante años no supe nada de él. Luego me enteré que estaba en Europa y que de allí por fin había puesto pie en Nicaragua; me lo imaginaba guerreando, pero también organizando cursos de algo (no sabría específicamente de qué) en un viejo palacio somocista o autogestionando algún invento de esos que tan eficazmente solía sacar de la galera.

 

Hasta que al final me llamó. Había venido a Montevideo y se alojaba en un hotel. Estuvimos hablando cerca de dos horas.  Nos acordamos de los viejos tiempos, revivimos con buen humor el trato infame que nos dispensaban los carceleros y el heroísmo de los familiares. Recordamos uno por uno a los compañeros, hablamos de la guerra en Nicaragua, de lo que vivíamos por estas tierras y –inveterada mala costumbre que tenemos- quedamos en encontrarnos y no lo hicimos. Después vendrían los mails, esporádicos y discontinuos, hasta el último, que dice así:

 

“La verdad, en días como hoy, harto de las palabras vacías,

de las medio llenas, del diccionario completo,

releo tus dichos sobre el FER, y si no una nueva confianza,

al menos saber que tuvimos motivos  

para creer en algún momento en nosotros mismos.

Mas allá de esas historias que algunos inventan

para ganarse tristemente el pan de cada día”.

 

Fraterno

Chacal

 

No me di cuenta que era la despedida y sólo le respondí lo que le decía siempre desde la ventana de la celda: “Ganamos, perdemos, al Chaca lo queremos”.

 

Hasta siempre, hermano del alma

 

José López Mercao  

(El “Negro”)

Nº 097 

 

Para el "Chacal" Machado

así lo sentimos muchos de los que lo conocimos 


Gracias Mercedes.

Yo ya estaba al tanto del fallecimiento del querido Chacal. Yo no tenía idea de que se encontraba aquí. Llevaba muchísimos años trabajando en Nicaragua, junto a su esposa de toda la vida, la actriz Herita Stern.

Luis Alberto apareció en nuestras vidas en Punta Carretas en 1970. El había caído por anarco, pero se unió a nuestras filas. Podría definírtelo como un personaje de novela de Graham Green. Esos espías con pinta de cualquier otra cosa menos de agente secreto. Tenía cierto parecido con Peter Ustinov. Un tipo gordito como un Botero, antes de que conociésemos al pintor colombiano.

Había vivido en Europa, y como un personaje de novela, había estafado (no se si por militancia) en varios países. Lo habíamos bautizado con el seudónimo del Chacal por comparación a otro personaje de la época, el venezolano Ilich Ramírez Sánchez, conocido como Carlos "El Chacal" quien fue en los 70 alguien como ahora Bin Laden.

Luis Alberto fue perseguido por la policía internacional, e incluso por la mafia corsa, y por eso regresó al Uruguay. Pero como también era buscado acá, acá la quedó.

Uno no podía saber qué había de verdad en toda esa historia, e incluso a mi no me importa. Lo que me importa es el personaje. Luis Alberto era una novela de aventuras viviente. Muy culto, filósofo, escritor, falsificador, gran conversador, seductor de la palabra. El primer día que lo vimos fue en el corredor 23 de Punta Carretas.

Nos daban recreo en ese callejón entre la cárcel y el muro de la misma, para que no nos escapáramos. Allí también había duchas al aire libre. Luis Alberto bajo al recreo, preso nuevo, recién llegado de Europa, con un tapado del viejo continente. Luego en el momento de ducharse se quitó la ropa, y quedó con una tanga muy pequeña. Quedamos todos sorprendidos. Ahora la usa cualquiera pero hace 40 años y en P. Carretas, ¡!!

Él que se dio cuenta que había llamado la atención, explico que en Paris se usaba esa ropa interior.Tenia conversación para todo, siempre que te hablaba te dejaba algo.

Cultivaba el misterio, y sabía que con el misterio seducía a la gente.

Luego nos fugamos en El Abuso. Él cayó en Paysandú, y yo en Flores. Pero nos reencontramos en Libertad. Seguía igual, siempre haciendo gimnasia, porque decía que iba a irse a Nicaragua (antes de la revolución), aún cuando no sabíamos que íbamos a salir...

Decía que era amigo personal de Julio Cortázar, pero no le creímos. Pero un día le llegó una carta del mismísimo Julio, solicitando permiso para visitarlo. No recuerdo por qué al final la visita no se concretó.

Luego de la amnistía emigró a Suecia, y convenció a los suecos para que le dieran trabajo en la Universidad de Estocolmo (no se si remunerado).Luego se hizo experto de "guerras de baja intensidad". Luego emigró con Herita a Nicaragua. Creo que ella enseñaba teatro, y él se dedicaba a sus actividades secretas.

De vez en cuando el regresaba a Estocolmo y en más de una oportunidad conversamos largamente. Nicaragua fue el lugar donde vivió hasta hace unos meses.Me enteré que el año pasado había estado en Montevideo, pero yo no lo llegué a ver. Luego según cuenta Lalo, vino a internarse en el Instituto de Oncología, pero no me enteré hasta ayer.

Hoy me he dedicado a recordar su vida, o al menos los aspectos de su vida que yo conocí. Charlamos largo rato con Alberto "Poroncho" Cocco Pérez, en una especie de homenaje póstumo a alguien que nos fue muy cercano.


Néstor 

PD. Herita, si estas líneas llegaran a vos, quisiera mandarte un abrazo y darte mi más sentido pésame


..... 


En Homenaje a un buen Compañero

Luis Alberto Machado Rodales

y su Compañera Herita Stern. 


En Nicaragua Luis Alberto, dejó muchos recuerdos, por su trabajo, dedicación, perseverancia y constancia.Muchos amigos, se sorprendieron al conocer la noticia de su deceso y algunos me llegaron a decir: "como es posible que muera la gente buena y tengamos que convivir con la gente mas mala".


En 1993, conformamos un equipo de trabajo: Alberto Machado, Monseñor Pablo Antonio Vega Mantilla, Obispo Católico (qepd)y mi persona para ayudar en el proceso de construcción de la nación, en un momento histórico complejo, ya que Nicaragua estaba saliendo de la guerra que había dejado 40.000 muertos por ambos lados y una economía con una inflación del 33.000%.


Una gran experiencia: Incorporar los Derechos Humanos a la Doctrina Militar del Ejército de Nicaragua y de la Policía Nacional, con el apoyo decidido, consciente del Representante de Naciones Unidas en Nicaragua Francesco Vincenti. En 1996, Este equipo de trabajo compartió el siguiente pensamiento y hoy en homenaje a Luis Alberto Machado lo escribo:


Sin Dios, Sin Filosofía y Sin Amor, El Hombre queda sometido al juego implacable de los materialismos del Poder; Opresores y Oprimidos, se convierten en víctimas, conscientes o inconscientes del Materialismo


Para actuar como materialistas, no hace falta proclamarse Ateo. Basta reconocer, o no tomar en cuenta esa Misteriosa Voz de la Conciencia. De donde surge el Dinamismo Señorial y Responsabilizante de los irrenunciables Derechos de todo Ser Humano


Para que el Materialismo se imponga, deshumanizando al Hombre, y a los Pueblos enteros, basta que impida o reprima esa Soberanía Espiritual de las intimidades Sagradas de la conciencia. Por lo que, tanto contribuyen a implantar el Materialismo Histórico los despotismos opresores, como los religiosismos y tácticas enajenantes de las Humanas Responsabilidades, socio económicas y políticas de todo ciudadano


Tenían sobrada razón nuestros aborígenes de América, cuando al ser Calificados como “Salvajes e Idólatras”, reclamaban a sus supuestos evangelizadores y conquistadoras, con esas textuales palabras:


“Nosotros sabemos a quién se debe la Vida.- A quién se debe el Nacer

A quién se debe el ser Engendrado.- A quién se debe el Crecer

Ellos dan a la Gente el Valor y el Mando, el Poder, la Gloria, la Fama, y ahora nosotros destruiremos nuestra antigua Norma de Vida.- Si ya nuestros Dioses han muerto, mejor quítennos ya la vida


Con toda razón el Papa Pablo VI decía:


Evangelizar, significa para la Iglesia llevar la BUENA NUEVA, a todos los ambientes de la Humanidad y con su influjo transformador desde dentro, renovar la misma humanidad” (Exhortación sobre Evangelización)

“La Ruptura entre el Evangelio y la Cultura, es sin duda alguna el drama de nuestros tiempos”


Saludes Herita, una GRAN MUJER 


Wilmar Cuarezma Fuentes


wilmarcuarezma@hotmail.com

 

 

postaporteñ@ - POSTA - 2010-11-30


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