URUGUAY - TERRORISMO VERBAL

Quienes nos oponemos a la megaminería fuimos acusados públicamente de “ecologistas fundamentalistas”. Como el término “fundamentalista” está de moda, sirve tanto para un roto como para un descosido, y, si me apuran, hasta para un zurcido. Desde luego, al oficialismo a ultranza y rajatabla también podría considerárselo como una forma de fundamentalismo. Total, adjetivar no cuesta nada, y a río revuelto ganancia de pescadores. Y, como no podía ser de otra manera, el señor Presidente levantó los decibeles, y ahora pasamos a ser “terroristas ambientales”.
Paradójicamente, quienes están a favor de la megaminería y se niegan a debatir públicamente sobre un tema tan grave y sobre el cual la población debería estar enterada (por aquello de la “participación popular”, no sé si les suena), recurren a una de las formas más burdas del terrorismo: el terrorismo verbal. Así, en lugar de abrir la posibilidad de un amplio debate, para que una vez informada de los pro y de los contra, la ciudadanía pueda decidir sobre algo que nos va a afectar a todos los uruguayos, se dedican a lanzar esta clase de epítetos destinados a desprestigiar a quienes se oponen al megaproyecto. Total, si después el negocio sale mal, con reconocer la metida de pata alcanza y sobra, como en el caso de PLUNA. Error que, por supuesto, pagaremos entre todos (además de pagarles el sueldo a los que cometieron el error)
Esta forma de encarar las cuestiones que a todos nos atañen, es profundamente antidemocrática, pero también más vieja que la boca del mate. El mismo señor Presidente, en sus tiempos de guerrillero de “pistola al cinto”, fue tachado de “subversivo” y de “terrorista”, así que él sabe lo que está haciendo cuando califica de “terroristas” a quienes no comparten su entusiasmo por la megaminería. Yo no sé a qué sector del MLN pertenecía el señor Presidente, si al de los exaltados o al de los sensatos. Pero bien se sabe que en todo grupo humano hay de los unos y de los otros. La táctica del terrorismo verbal consiste en poner una lupa sobre los exaltados a fin de descalificar a todo el grupo en base a lo que estos hagan o digan. De esa manera, todos los que estamos en contra de la megaminería (con muy buenas razones, por cierto, como las que han expuesto el fiscal Viana, el ingeniero Stolkin, los periodistas Bacchetta y Gudynas, para nada terroristas), recibimos una manito de bleque: “fundamentalistas”, y ahora “terroristas”. Y, desde luego, con fundamentalistas o terroristas, ¿quién se va a poner a debatir o discutir? Hay que hundirlos en el oprobio, o hacer como Pacheco Areco con la lista de palabras que prohibió publicar, dando lugar a “los innombrables”. Podríamos empezar por prohibir mencionar la palabra “megaminería”. Decreto del Superior Gobierno: Desde hoy queda terminantemente prohibido pronunciar la palabra megaminería, y aquél que se atreva a desobedecer esta ordenanza será automáticamente considerado un fundamentalista con posibilidades de alcanzar la categoría de terrorista
Mientras tanto, la población continúa sin saber de qué se trata el asunto que nos preocupa a los que nos consideramos sensatos: la dichosa megaminería. Y, entre quienes hemos tratado de informarnos, sospechamos que el gobierno sabe que si la gente -o “el pueblo” como se decía antes de que tantas cosas cambiaran a nivel del lenguaje- se entera de lo que se trata este “paquete” se va a negar terminantemente a “comprarlo”. Porque el uruguayo será “consumista”, pero no sé si masca vidrio.
Por ahora, el único argumento que nos ha ofrecido el gobierno es el de lo que piensa hacer, en términos generales, con la plata que el Estado obtendrá por la extracción del hierro. Creo que es demasiado poco frente a lo que plantean quienes se oponen. Cuando yo me enteré de las implicancias de la minería a cielo abierto, se me pusieron los pelos de punta. Capaz que la versión que yo escuché era medio apocalíptica, pero el hecho es que nada de lo que el gobierno ha dicho a favor de la megaminería alcanza como para que mis pelos recobren su estado natural. Así que estoy sumamente preocupado y, por si fuera poco, altamente desconfiado de la gente que con mi voto ayudé a obtener el gobierno.
Tengo que aclarar que nunca esperé que de un gobierno del FA surgiera el socialismo, como no creo que haya surgido de ningún gobierno en la historia, por más “socialista” que se autodenomine. Pero tampoco esperé que el FA se jugara tan abiertamente, y tan irresponsablemente, a favor del sistema capitalista. No creía, para decirlo metafóricamente, que algunos “rubicones” pudieran cruzarse, pero bueno, me equivoqué (si es que no se equivocaron quienes cruzaron ese “Rubicón”). Por otro lado, también creí que, entre varios de nosotros, habíamos recuperado, tras la “revolución fallida”, un cierto sentido de lo democrático y de lo republicano que fuera más allá de lo electoral, pero parece que también en eso me equivoqué
Sobre el “fundamentalismo” de los ecologistas, les diría a los “dinosaurios” de la izquierda nacional (sin importar la edad, porque también hay pichones de dinosaurios), que trataran de informarse sobre el pensamiento que buena parte de la izquierda mundial ha producido durante estas últimas décadas. Y sobre todo que hicieran el esfuerzo mental de establecer qué tipo de relaciones existe entre la actividad depredadora del medio ambiente terrestre (nuestro “hogar”) y el sistema capitalista cuyas puntas de lanza son las transnacionales (capaz que a los viejos izquierdistas la palabra “transnacional” les suena, y si les suena capaz que también les suena la expresión “soberanía nacional”).
Así que no se necesita ni siquiera ser ecologista para estar contra la megaminería: basta con saber que se trata de una transnacional que va a llevarse la mayor parte de nuestros recursos naturales para un mayor y más rápido desarrollo de alguno de los centros del capitalismo internacional, cuyo poderío ya sabemos qué fines persigue y que logros obtiene: lucro y despilfarro por un lado y miseria por otro. Para nosotros, como siempre, las migajas: algunas fuentecitas de trabajo, que siempre vienen bien para tranquilizar a la gente. Porque de la “industria siderúrgica” de la que hablan algunos, más bien parece tema para una murga. Les recomiendo que lean lo que dice Angela Davis (no sé si se acuerdan: aquella intelectual afroamericana y comunista, que estuvo presa durante años en EE.UU., y por cuya liberación los “camaradas” hicieron una campaña internacional), sobre el estado en que quedó la poderosa industria siderúrgica estadounidense: las grandes empresas se trasladaron a regiones con mano de obra más barata, y “adiós industria siderúrgica estadounidense”. Eso es el capitalismo en serio, lo demás son paparruchas, “ilusiones del viejo y de la vieja”.
Claro, como nosotros somos flor de vivos (a pesar de que el señor Presidente nos tiene por “nabos”), capaz que podemos desarrollar nuestra propia industria siderúrgica a la sombra de una transnacional que a lo único que puede aspirar, de acuerdo a su propia naturaleza, es a llevarse la mayor cantidad de hierro posible al menor costo posible. Esto lo saben de sobra quienes se dicen “izquierdistas”: está en la tapa de numerosos libros, y además era lo que predicábamos cuando estábamos en el llano.
Así que, ¿en qué quedamos? ¿Seguimos largando epítetos? Porque los de “entreguistas” y “vendepatrias” eran muy comunes entre los izquierdistas cuando eran opositores a las políticas de colorados y blancos.
Estimado frenteamplista: con la mano en el corazón, ¿qué estaría haciendo usted si el proyecto de megaminería lo estuviera llevando adelante un gobierno blanco o colorado? No se esfuerce, yo le contesto: estaría haciendo “terrorismo ambiental” en las calles (o sea, “poniéndole palos en la rueda” al gobierno de turno).
Hace poco tiempo un amigo, integrante del partido socialista, me preguntó si ya había resuelto mis contradicciones. El problema que tengo es que a las contradicciones las veo en otros, pero me parece que no las pueden resolver porque están aquejados de una especie de autismo, que les impide verlas.
El autismo, por si no lo saben, es una patología muy parecida al ombliguismo
Y este ombliguismo lo único que nos dice es que tenemos que ganar el próximo gobierno. ¿Para qué? ¡Ah!, eso después se verá.
En esta vuelta del “giro a la izquierda” apareció la megaminería, así que con Tabaré, ni le cuento
BOLIVAR VIANA
arlette 03/12/2014 03:12
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