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El polvorín

Argentina : Aliados Indeseables / Mariano Ferreyra, reclamamos la cárcel para tus asesinos materiales e intelectuales

24 Octubre 2010 , Escrito por El polvorín Etiquetado en #Politica

 

Aliados indeseables
La Presidenta Cristina Fernández, recibiendo la camiseta de la Juventud Sindical Peronista, 15 Octubre 2010

 

 El pasado Miércoles 20 de Octubre la Argentina se re-encontró una vez más con sus peores pesadillas: en las inmediaciones de la estación Constitución de la ciudad de Buenos Aires una “patota” (grupo de choque) del sindicalismo peronista asesinó a sangre fría a Mariano Ferreyra, un joven militante del Partido Obrero, quien había concurrido al lugar para apoyar la protesta de los trabajadores ferroviarios “tercerizados” que reclamaban la regularización de su precaria situación laboral ¡en contra del propio sindicato, la Unión Ferroviaria que, coludida con la patronal, lanzó a sus matones a reprimir a los demandantes!

Uno de los más lúcidos observadores de la escena política argentina, Mario Wainfeld, publicaba al día siguiente en Página/12 una extensa nota en la que sostenía con absoluta razón que el de Ferreyra no era un crimen común y corriente, con toda su carga de dolor, sino un asesinato político y que, como tal, no bastaba con la fría aplicación de la legislación penal que había prometido la Presidenta Cristina Fernández sino que había que ir mucho más allá. Decía además que “el homicidio del joven Ferreyra debe, necesariamente, reavivar el debate sobre el sistema sindical argentino, la dudosa legitimidad de algunos de sus emergentes, la imperiosidad de reconocer nuevas formas de representación o agremiación,  centrales alternativas.” Ojalá que así sea, pero para ello habría que introducir algunas consideraciones previas para que ese debate, si efectivamente se enciende, no termine siendo un ejercicio retórico castrado de toda capacidad transformadora. El gobierno ya ha prometido procesar no sólo al homicida sino también a los autores intelectuales del crimen. Sin embargo, pese a que son muchos los que en Argentina saben muy bien donde encontrar a estos últimos a cuarenta y ocho horas del asesinato la Casa Rosada todavía tiene las manos vacías y no hay un solo detenido.

La clave de esta incapacidad seguramente emergería luminosamente en cualquier debate  a fondo sobre la tenebrosa realidad del sindicalismo peronista. Un tal debate requeriría, como primer paso, señalar la responsabilidad política de los sucesivos gobiernos de la “democracia” argentina, y muy especialmente de los de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, al haber convalidado -o al menos tolerado, o confesado su impotencia ante- las prácticas patoteriles del gremialismo nucleado en la CGT. La impunidad de que hacen gala sus jefes y su irresistible  afición por los “aprietes”, las extorsiones y las metodologías violentas no es ajena a la decisión del kirchnerismo de haber consagrado a tan desprestigiado grupo de la sociedad argentina como uno de sus “aliados estratégicos” para encarar sus batallas electorales e, inclusive, para “ganarle  la calle a la derecha”, objetivo loable si los hay. Pero uno de los inconvenientes es que esa dirigencia gremial –al igual que el otro aliado estratégico elegido por el kirchnerismo, el Partido Justicialista- sirve para bien poco: ni aquella ni éste evitaron que en Junio del 2009 Néstor Kirchner fuese derrotado por un advenedizo en la crucial provincia de Buenos Aires; y tampoco demostraron la CGT y el PJ ser capaces de convocar y movilizar más gente que la derecha en la crisis detonada por el debate en torno a las “retenciones” de las exportaciones agropecuarias, durante el 2008. Con aliados como esos no se puede ir muy lejos y, mucho menos, conquistar al estratégico electorado de izquierda y centro-izquierda que el oficialismo necesita imperiosamente atraer a su lado para tener alguna chance de triunfar en las próximas elecciones presidenciales. Claro está que difícilmente podrá lograr ese objetivo si sus siniestros aliados se dedican a asesinar militantes de izquierda, engrosando así una luctuosa lista de víctimas del terror derechista en la que sobresalen los nombres de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, fusilados en Avellaneda, y el maestro Carlos Fuentealba, vilmente asesinado en Neuquén. 
En su artículo Wainfeld establece una sugerente equiparación entre el asesinato en un cuartel del ejército argentino del soldado Omar Carrasco -crimen que produjo una ola de indignación colectiva de tal magnitud que puso abrupto fin al servicio militar obligatorio- y  el perpetrado en contra de Mariano Ferreyra. Pero es difícil que el desenlace de este último pueda conducir a la refundación del sindicalismo argentino: Menem pudo acabar con la conscripción porque, en los noventas, las fuerzas armadas se habían debilitado y desprestigiado a un grado extremo y eran un rival muy fácil de derrotar. Carecían de  prestigio y poder, y el dinero que antes obtenían de numerosas empresas públicas, privatizadas en los noventas, se había esfumado. El sindicalismo cegetista, en cambio, está más desprestigiado que nunca pero, paradojalmente, se ha fortalecido al ser ungido como la “columna vertebral” del kirchnerismo. Su reputación no podría ser peor, pero su poderío es tan inmenso como la fortuna mal habida de sus principales dirigentes –convertido en ostentosos millonarios- y sería una suprema ingenuidad de la Presidenta y del jefe del PJ, Néstor Kirchner, suponer que las presiones y chantajes de esta mafia habrán de detenerse respetuosamente ante el sacrosanto umbral de la Casa Rosada.  
Es sin dudas necesario abrir un debate sobre el modelo sindical argentino, entre otras cosas para denunciar su necesaria complicidad con el fenomenal proceso de concentración de riquezas y rentas que caracterizó al capitalismo argentino en los últimos años. Otro sindicalismo jamás hubiera tolerado tal degradación, algo que más allá de ocasionales controversias saben muy bien, y aprovechan, los grandes empresarios y la burocracia sindical. De todos modos habría que decir que el debate sobre  la necesidad de reformar al decadente sindicalismo ya comenzó hace rato: la OIT envió varias admoniciones al gobierno argentino instándolo a conceder la personería gremial a la díscola Central de Trabajadores Argentinos (y, según algunas fuentes, a unos dos mil sindicatos de base que llevan años reclamando infructuosamente el reconocimiento de su personería) y la misma Corte Suprema emitió un fallo estableciendo que la pertinaz denegatoria de la personería gremial para la CTA es inconstitucional. Pese a ello el gobierno no se ha inmutado y  la respuesta oficial ha sido el silencio, a partir de la errónea convicción de que con el apoyo de la CGT y el PJ el gobierno podrá sortear exitosamente el desafío de la elección presidencial del 2011. Es por eso que hace poco más de una semana, cuando la CGT organizó un gran acto en el estadio de fútbol de Ríver Plate para conmemorar el 17 de Octubre (el “Día de la Lealtad” en el santoral peronista) la Presidenta selló simbólicamente la alianza con la burocracia sindical calzándose una camiseta de la Juventud Sindical Peronista, que en los turbulentos setentas representaba a los sectores más virulentamente macarthistas dentro del movimiento obrero y hoy es el portavoz de la corrupta burocracia sindical, esa que mandó a escarmentar a los revoltosos cegando la vida del joven Ferreira. La alianza del kirchnerismo con la CGT y el PJ es  una apuesta temeraria -suicida según algunos- y que desconoce que la única alternativa “ganadora” en la coyuntura electoral que se avecina es avanzar por el camino de profundas reformas económicas, sociales y políticas, algo que hasta ahora el gobierno se ha tercamente resistido a hacer. Un sendero que, ciertamente, no se puede transitar de la mano de tan impresentables aliados, “piantavotos”, como les diría  Juan D. Perón. 
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Mariano Ferreyra, Reclamamos la cárcel para tus asesinos materiales e  intelectuales.
Jueves 21 de octubre de 2010
La cara del compañero Mariano Ferreyra, herido de muerte, es la cara de Maxi y Darío, asesinados en 2002 a pocas cuadras de este nuevo crimen. Los autores, también son los mismos: el frente único entre la burocracia peronista, en la conducción del estado, y sus fuerzas de seguridad. Hasta los actores se repiten, Aníbal Fernández (hoy ministro de Kirchner como antes de Duhalde) y las policías provinciales y federales.
Los progresistas, que desde el 2003 intentan convencer a la sociedad con argumentos infames que con concesiones económicas y políticas lograrían meter razón a los burócratas sindicales para que se pasaran al campo nacional y popular, han bebido el amargo jarabe que siempre termina por imponer la realidad. Lo que pasó fue al revés, los burócratas los pasaron a ellos al campo de la triple A.
  
La presidenta declaró que está dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias para investigar la balacera que terminó con la joven vida de Mariano Ferreyra, las gravísimas heridas, que mantienen en coma farmacológico a la compañera Elsa Rodríguez y otros trabajadores. No le tiene que resultar difícil; los asesinos estuvieron presentes en el Luna Park, en esa recreación popular de la Juventud Sindical Peronista, que logró algo impensado hasta para los más optimistas de la derecha peronista: la autocrítica presidencial, quien desde el escenario se lamentó por no haber estado junto a ellos en los ´ 70; y estuvieron días después en River, entre la juventud sindical moyanista.
  
La presidenta los tuvo enfrente en dos oportunidades y si seriamente quiere buscarlos le basta con recorrer la lista de los rentados que participaron en esos actos a los que subsidia con los fondos que les niega a los jubilados.
  
La impunidad que brinda el poder, las alianzas por los negocios, la complicidad con las fuerzas represivas, despeja cualquier duda al sicario para de apretar el gatillo y cometer un crimen político.
  
Si se quiere, es así como funciona la inseguridad, el asesinato del compañero Mariano Ferreyra es un ejemplo. La policía se reconoce con los asesinos y les deja la zona liberada; los asesinos disparan a cuenta de sus patrones y después se van a brindar juntos. Todos cobran por el botín. Todos beben de la misma sangre.
  
La burocracia sindical ferroviaria actuó en este caso como policía del kirchnerismo y de sus propios intereses patronales, como comisionistas que han trasformado los sindicatos en agencias de colocaciones a bajo costo para las empresas.
  
La burocracia es experta en esto de hacer el trabajo mafioso. Trabajaron en esto con la triple A.; pactaron con los milicos de la dictadura genocida; privatizaron con Menem; actuaron como grupos de choque y rompehuelgas.
  
El uso de patotas no es nuevo en la historiografía kirchnerista; Santa Cruz esta llena de historias sobre este accionar. Pero el kirchnerismo no es original en esto de agrupar a estas bandas. Las patotas burocráticas expresan lo más reaccionario de la historia peronista.
  
JSP, institución del estado ¿que reivindicó la presidenta?
  
La burocracia sindical peronista es una institución del estado, la policía y el resto de las fuerzas de seguridad otras.
  
Los vínculos entre estas instituciones son de larga data y funcionan permanentemente aceitados, porque son el mecanismo represivo más eficiente que han encontrado las patronales para mantener a raya los reclamos obreros y para avanzar sobre las conquistas arrancadas por los trabajadores después de años de lucha.
  
Como en toda sociedad capitalista fecunda, las deudas entre estos socios tienen un carácter reciproco. La patronal y los genocidas del ´76 le adeudan a la burocracia peronista su complicidad con el éxito del golpe de estado y la “limpieza” de activistas de las plantas fabriles; mientras que, la burocracia, les adeuda a los milicos la desaparición forzada de la oposición clasista que iba tomando posiciones dirigentes en los sindicatos obreros, lo cual les permite conservar el negocio sindical hasta el presente.
  
La historia argentina está llena de ejemplos de esta comunión burocrática-policial.
  
Funcionaron como una sola cosa en las triple A. cuyo principal objetivo era el de masacrar a los representantes obreros que se levantaban como una alternativa independiente a las orientaciones procapitalistas de los sindicatos a finales de los ´60 y ´70. Mezclaron sus cuadros para dar el golpe de estado policial en Córdoba conocido como navarrazo. Volvieron a actuar como fuerzas combinadas al reprimir las huelgas en Villa Constitución, ciudad que quedó transformada en un enorme campo de concentración. Fueron responsables conjuntos de la política de intervenciones provinciales impulsadas por Perón en el periodo ´73-´74.
Delatores confesos e integrantes de los grupos de tareas a partir de marzo del ´76, encontramos a la patria sindical como los más entusiastas animadores de la sangrienta “purificación sindical -para sacar a los zurdos de los sindicatos-” que agrupó a la inmensa maquinaria represiva del estado en contra de activistas que vivían de su salario.
  
Los volvemos a encontrar agrupados bajo el menemismo en cargos de dirección empresarial y, como siempre denunciando e impulsando el despido de los trabajadores que se oponían a las privatizaciones del patrimonio del estado.
  
Participaron de todas y cada una de las maquinaciones antiobreras encaradas por demócratas, liberales, neoliberales y centroizquierdistas que desde el retorno de la democracia encararon la “modernización del país, para adecuarlo a la nueva dinámica globalizadora de la económica mundial”, eufemismo que no hace mas que expresar las necesidades de aumentar la explotación obrera mediante la flexibilización y la precarización laboral.
¿Qué encuentra el “progresismo” presidencial en esta historia que sea digno de reivindicar?
  
La burocracia sindical y el kirchnerismo
El único principio reivindicable para el kirchnerismo está en lo que no se dice de la burocracia sindical ni de su historia.
  
La burocracia sindical es la principal pata en el sostenimiento del gobierno, el cual ha logrado, a fuerza de concesiones económicas y encubrimiento de negociados, encumbrar a estos sectores sindicales burocráticos como un factor con extraordinario poder.
  
No hay que desconocer, que en la misma medida en que avanza la integración entre las patotas sindicales y el gobierno de los progresistas, también se unifican los destinos de unos y otros.
Las políticas concesivas del kirchnerismo han acelerado el proceso de decadencia histórica de la burocracia sindical moyanista, como antes el menemismo hizo lo mismo con la burocracia de los gordos. El concepto empresarial que rodea a estos líderes sindicales ha hecho que los sindicatos hayan perdido su carácter obrero consolidándose como corporaciones empresariales, lo obliga a las bases a luchar por su recuperación.
  
Al haberse transformado en patronal empresarial y convertirse en una parte interesada dentro de los mecanismos de explotación, la burocracia ya no es solo una forma de opresión indirecta sobre los trabajadores -que avala la explotación y contiene y desvía la lucha obrera- lo que la convertía en un tumor a extirpar; hoy, la burocracia, es la patronal misma.
Uno de los conflictos entre las corporaciones empresariales y la burocracia sindical tienen que ver con las porciones de poder que intenta arrebatarle, es que la burocracia sindical ya no se conforma con las cuotas sindicales por su acción de rompehuelgas, ahora discuten de igual a igual los subsidios que el kirchnerismo deriva a los capitalistas disputándolos con las patronales tradicionales.
  
Si hay algo que unifica tanto al gobierno como a la burocracia es el terror a que los sindicatos sean recuperados por sus legítimos dueños: los trabajadores.
  
La progresía argentina acepta el status quo de sindicatos burocratizados, por considerarlos la garantía de su permanencia entre los círculos de poder, no importa demasiado que esto los lleve a deformar la historia y a convertirlos objetivamente en una fuerza reaccionaria, para ellos su rentable presente lo es todo y amerita cualquier autocrítica.
  
Compañero Mariano, hasta el socialismo
Si hay algo que unifica a los luchadores obreros con los compañeros Mariano Ferreyra y Elsa Rodríguez es la necesidad de expulsar a las patotas de los sindicatos.
  
Es el reconocimiento de su entrega, de su solidaridad, de su heroísmo.
  
Mariano es la expresión presente de los objetivos históricos de la clase obrera.
  
Es la juventud que acerca su voluntad de lucha para hacer del socialismo en la Argentina una realidad que termine con la explotación, con el hambre y con la barbarie.
Reclamamos la cárcel para tus asesinos materiales y los intelectuales.
Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)
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Las balas de la patota de la Unión Ferroviaria se descargaron sobre los trabajadores ferroviarios tercerizados, movilizados en reclamo por su reincorporación, mientras la policía liberaba la zona para que la fuerza de choque de la burocracia sindical operara con total seguridad, y con las espaldas bien cubiertas. Varios compañeros resultaron heridos. Mariano Ferreyra, estudiante de 23 años del CBC de Avellaneda y militante del Partido Obrero, recibió un disparo en el abdomen que causó su muerte. Otro proyectil impactó en la nuca de Elsa Rodríguez, de 56 años de edad, también militante del PO. La compañera, en gravísimo estado, lucha por su vida en el Hospital Argerich.

 

Así como los empresarios usan la tercerización del trabajo para profundizar la explotación, el gobierno terceriza la represión, para hacerla más eficaz y con menos costo político que cuando directamente manda sus policías y gendarmes.

 

Desde 2003, hemos visto con frecuencia creciente cómo el gobierno peronista de los Kirchner delega la represión en patotas de la burocracia sindical para amedrentar a los trabajadores. Como con los docentes, los estudiantes, los trabajadores del subte, del hospital Francés y del Garrahan, por poner unos pocos ejemplos, esta modalidad represiva permite al gobierno "lavarse las manos", porque no es el aparato represivo formal el que ataca a los trabajadores, y también sirve para deslegitimar las luchas, con el aporte de los medios que titulan "interna entre gremios". Así, con la intervención mancomunada de las empresas, la burocracia sindical y el gobierno, siguen queriendo disciplinar a los trabajadores organizados.

 

Con el asesinato de Mariano, suman siete los muertos por la represión en marchas o manifestaciones durante el gobierno de los Kirchner. Mariano Ferreyra suma su nombre a la lista que se iniciara en Jujuy, durante una movilización contra la tortura, con Luis Cuéllar, en 2003, y que continuó con Carlos Fuentealba (docente, Neuquén, 2007); Juan Carlos Erazo (trabajador del ajo, Mendoza, 2008), Facundo Vargas (Talar de Pacheco, 2010), Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas (Bariloche, 2010), los tres últimos en manifestaciones contra el gatillo fácil policial.

 

Es el mismo gobierno que encausa y encarcela luchadores, sin olvidar que, con otra variante represiva, la que se descarga de modo preventivo sobre la clase trabajadora no organizada, nos mata un joven por día, a través del gatillo fácil y la tortura.

 

CORREPI convoca a movilizarnos en repudio de este nuevo asesinato, marchando desde Corrientes y Callao a Plaza de Mayo mañana a las 17:00.

 

¡CONTRA LA REPRESIÓN , ORGANIZACIÓN Y LUCHA!

CORREPI : Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional

Ciudad de Buenos Aires, Argentina

  
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