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El polvorín

Censuran exposición fotográfica sobre LA GUERRA INTERNA EN EL PERÚ.

30 Noviembre 2010 , Escrito por El polvorín Etiquetado en #Politica

 

Han censurado la exposición fotográfica "La Chalina de la Esperanza", la muestra presenta evidencias de la violencia en la época del levantamiento de SENDERO LUMINOSO, presenta imágenes de la guerra, la violencia de Sendero, la represión militar y los desaparecidos, el proyecto es un homenaje a más de 15,000 peruanos desaparecidos en más de 4,600 fosas.

La han censurado  porque se puede herir la susceptibilidad del ex Ministro del Interior y líder del derechista partido "Renovación", Rafael Rey, porque se puede herir la susceptibilidad del Cardenalísimo Juan Luis Cipriani, el  MAQUIAVÉLICO Cardenal de Lima, otrora Cardenal de Ayacucho, quien  ha hecho tanto en contra de la defensa de los derechos humanos en el Perú, el amigo, el confesor de Alan García.

Rafael Rey fue sacado del gabinete cuando Mario Vargas Llosa renunció al comité del "Lugar de la Memoria" por unas NORMAS PRO IMPUNIDAD de violadores de derechos humanos, que él promovía. Se trata del mismo Rafael Rey que ahora va a ir en la lista congresal de Mercedes Aráoz, la candidata de Alan García.

http://www.justiciaviva.org.pe/comision/fotos/18%20PRInchapp043.jpg

  

  

www.desaparecidos.org/.../acciones/huancayo09/

http://www.justiciaviva.org.pe/comision/fotos/13%20AGEreuter038.jpg

Han censurado la exposición fotográfica "La Chalina de la Esperanza"

29 Nov 2010 - Hoy se retiró la exposición de La Chalina de la Esperanza, 5 días después de su inauguración en el Centro Cultural el Olivar – San Isidro. Dicho acto fue consecuencia de la censura que sufrió el Colectivo Desvela, presentadores oficiales de La Chalina, el día viernes, al enterarse que el slideshow con fotografías realizadas por Morgana Llosa habían sido retiradas, al igual que un audio de testimonios dados por victimas y familiares de víctimas durante las épocas de terrorismo.

El Colectivo desvela ha denunciado el levantamiento de partes de la muestra de La Chalina de la Esperaza, que se inauguró el este jueves 25. Han retirado el slideshow que mostraba fotografías relacionadas con la lucha armada y un audio que daba testimonios de victimas y familiares de victimas desaparecidas, ambos elaborados por Morgana Vargas Llosa. Los responsables de la Municipalidad de San Isidro y del Centro Cultural el Olivar aún no han dado explicaciones.

Alvarez Rodrich le dedica su columna a la Chalina Desaparecida

El día de hoy el periodista Alvarez Rodrich le dedica su columna dominical en La República, a la censura que ha tenido el Colectivo Desvela con su Exposición de La Chalina de la Esperanza, en el C.C El Olivar.

Un sábado soleado es propicio para pasear por el barrio, pero al llegar al Centro El Olivar del municipio de San Isidro, en el que se expone La Chalina de la Esperanza, encontré que ‘algo’ había desaparecido en relación con la exposición inaugurada dos días antes. La Chalina es un proyecto del Colectivo Desvela –formado por Marina García Burgos, Paola Ugaz y Morgana Vargas Llosa– para darle notoriedad al drama de los familiares de víctimas desaparecidas durante la violencia originada por el terrorismo, entre 1980 y 2000, debido a que nunca se esclareció su destino, en medio de la indiferencia de la sociedad frente a su dolor.

El proyecto es un homenaje a más de 15,000 peruanos desaparecidos en más de 4,600 fosas aún por exhumar a nivel nacional, y a sus familiares, mediante un ejercicio de memoria con una chalina enorme integrada por fragmentos de tejidos hechos por mucha gente, incluyendo parientes de las víctimas.

El jueves en la noche, cuando se inauguró la exposición, hubo una coincidencia emocionante de personas de distinta procedencia incluyendo a familiares de desaparecidos. Una señora ayacuchana comentó esa noche: “Nos molesta cuando creen que queremos dinero; con esto (La Chalina) nos basta”.

Pero al día siguiente, el municipio cercenó la exposición, retirando, sin coordinación con las autoras, el slideshow con fotografías del tiempo de la violencia y un audio que ambientaba la muestra, aduciendo que ‘podían afectar a los niños’.

El alcalde Antonio Meier ha censurado La Chalina por razones que quizá alcance a balbucear, pero que podrían entenderse por su filiación al partido Renovación de Rafael Rey, alguien que, junto con el cardenal Juan Luis Cipriani, ha hecho tanto en contra de la defensa de los derechos humanos en el Perú.

Rey fue sacado del gabinete cuando Mario Vargas Llosa renunció al comité del Lugar de la Memoria por unas normas pro impunidad de violadores de derechos humanos que él promovía. (¿Y ahora va a ir en la lista congresal de Mercedes Aráoz?).

Desde la censura del INC a Piero Quijano, al inicio del gobierno, hasta el intento de callar a Carlos Álvarez para que no imite al ex ministro Fernando Barrios, durante esta semana, la intolerancia frente a expresiones discrepantes con el credo oficial ha crecido en el actual lustro político. En tolerancia, el Perú del gobierno de Alan García no avanza, sino que retrocede.

Pero lo hecho por la Municipalidad de San Isidro es una de las intolerancias más perversas porque, como se preguntó ayer en el Twitter, “¿y si los desaparecidos fueran vecinos de San Isidro, censurarían la muestra?”. Claro que no. Esta censura es racismo puro. Es mejor, por ello, retirar de una vez la exposición para reubicarla en un lugar que no sea manejado por racistas.

 

 

CONSTRUYENDO MEMORIA
La chalina de la esperanza

Familiares de los 15 mil peruanos que desaparecieron en la época de la violencia interna tejen esta chalina gigante, en sesiones de tejido son utilizadas como terapia grupal para procesar el dolor tras muchos años de ausencia del ser querido.

Chompas raídas, faldas viejísimas y pantalones inservibles. Él no lo dijo, pero lo pensó. A José Pablo Baraybar le parecía imposible que los deudos de la masacre de Putis hayan logrado reconocer a sus familiares, asesinados por militares y enterrados en una fosa en 1984, con tan sólo palpar las ropas que él y su Equipo Peruano de Antropología Forense desenterraron el año pasado en esa localidad ayacuchana.

Ni su amplia experiencia entrevistando a la muerte en Bosnia y Haití le hizo aprender que los tejidos también hablan. Allá desenterró pantalones jean, aquí recuperó tejidos andinos. Esa misma escena de personas palpando las ropas en Putis fue registrada por el lente de la fotógrafa peruana Marina García Burgos. A ella también le sorprendió que los tejidos fueran una gran medicina para la amnesia. “Es que existe una larga tradición del tejido en nuestro país, sobre todo en el mundo andino”, diría el psicoanalista Jorge Bruce meses después, mientras analizaba el valor simbólico de reunir a hombres y mujeres que con palitos de tejer en mano comenzaron la tarea de confeccionar una chalina kilométrica que abrigue esperanzas y cobije los nombres no sólo de los desaparecidos en Putis sino también de las 15 mil personas que corrieron igual suerte en el Perú durante la época de la violencia interna.

Los cuerpos ya no están, quizá nunca aparezcan, y, como dice Ronald Gamarra, el secretario ejecutivo de la Coordinadora Nacional de derechos humanos, para condenar a todos los responsables de las violaciones de derechos humanos cometidas entre los años 1980 y 2000 serían necesarios 800 años ininterrumpidos de procesos judiciales. “Entonces, hay que ir cerrando el círculo del dolor”, dijo un día la periodista Paola Ugaz, y con García Burgos decidieron emplear, casi sin conocerla, una técnica llamada laborterapia.

Basadas en un registro elaborado por asociaciones de familiares de secuestrados, detenidos y desaparecidos, convocaron a unas sesiones grupales de tejido en Ayacucho, a las que llamaron “Tejido-tón”. Las personas que tienen un desaparecido comienzan a tejer unas “pastillas”, que son pequeños segmentos de la chalina gigante, donde bordan el nombre del ser querido que un día dejaron de ver por culpa de terroristas, militares o ronderos. Cada persona elige el color de lana que le gusta y el punto que quiere. Cuando comienzan a tejer nadie se atreve a revelar sus sentimientos, pero a medida que la chalina va creciendo los tejedores colocan adornos, sacan sus penas y terminan por bordar el nombre de su desaparecido.

-La idea es acompañar a estas personas en su dolor, hacer una terapia grupal, y el tejido las une. Es una manera de procesar el dolor, cerrar el círculo, dice García Burgos.

-Y que sepan que reconocemos su dolor, añade la fotógrafa Morgana Vargas Llosa, la tercera integrante del proyecto de la chalina de la esperanza.

Lo que comenzó como experiencia de un día creció y ahora el objetivo de sus creadoras es convertir la chalina en una pieza de arte que alcance un kilómetro de longitud. Ya tienen la propuesta de la municipalidad de San Isidro para exponer la chalina en el parque El Olivar. Pero sueñan con que la chalina sea exhibida en el Lugar de la memoria. “Al tejer pensando, recordando, llorando y creando la ‘pastilla’ de lana para su ser querido se intenta, quizás por unas horas, acallar ese dolor que se encuentra dentro de los corazones de los familiares desde el día en que desapareció su familiar y dejar un vestigio para que el país conozca de su vacío. Las personas comenzaron a tejer y nuestras expectativas fueron rebasadas. Por ahora la chalina tiene poco más de 200 metros de largo, pero sigue creciendo, queremos llegar al kilómetro”, señala la periodista Ugaz.

Pero, cómo ayuda a curar heridas esta chalina. El psicoanalista Jorge Bruce explica que cuando hombres y mujeres se juntan para tejer, en nombre de sus desaparecidos, se crea un “ambiente reparador”. “Es como una catarsis, conversan de todo, no solamente de sus recuerdos del terrorismo, realmente se forma un ambiente cordial y relajado. Algunas personas escriben también sus propios nombres, como para darse fuerzas. A través del tejido reconocen a sus desaparecidos”, indica Bruce.

Según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el concepto de persona desaparecida indica la ausencia de noticias sobre un familiar o el paradero de sus restos mortales. “Desafortunadamente, en situaciones de violencia interna, las fuerzas o grupos armados y las autoridades y dirigentes civiles han mostrado poco interés y respeto por los muertos y sus allegados. Se ha hecho muy poco o nada para buscar y recoger a los muertos y para ocuparse de los restos mortales. A menudo se entierran éstos sin identificarlos y a veces ni se marcan siquiera las tumbas. Este suele ser el caso cuando esas personas han sido asesinadas en violación del derecho internacional o nacional. Se pierden así valiosas informaciones acerca de los fallecidos, y sus familias permanecen sin confirmar la muerte de sus parientes”, indica el CICR.

La Cruz Roja explica también que las muertes en situaciones de conflicto armado o de violencia interna requieren a menudo una investigación, lo que suele exigir la exhumación de los restos por especialistas forenses. La exhumación y los exámenes posteriores pueden proporcionar pruebas del crimen, pero no siempre facilitan pormenores esclarecedores de la identidad de las víctimas. Esto puede dar lugar a penosas situaciones porque “muchas veces los cadáveres vuelven a ser sepultados sin que los especialistas puedan transmitir alguna información a los familiares, que la esperan desesperadamente y tienen que convivir de manera cotidiana con la incertidumbre y la tensión entre su deseo de dar vuelta a la página y sus esperanzas de recibir noticias”. Por eso esta chalina será un homenaje permanente a esos peruanos que nunca serán encontrados en las más de 4 mil 600 fosas que existen en todo nuestro país.

-Entre las personas desaparecidas hay niños, mujeres y ancianos que ni siquiera comprendían lo que sucedía en el Perú. Todo el mundo sabe lo que la muerte representa, es algo universal para los seres humanos, afirma Fernando Carvallo, miembro del equipo técnico del Lugar de la memoria. Para este filósofo, todo ser humano merece la misma dignidad.

Así también, la confección de la chalina de la esperanza busca que el Perú sea reconocido a nivel mundial como el segundo país con mayor número de desaparecidos en América Latina después de Guatemala. Cerca de 15 mil personas desaparecieron en nuestro país, en su mayoría quechuahablantes. “El Perú no es conocido como un país de personas desaparecidas, como sí lo son Chile o Argentina. Pocos saben que en América sólo nos supera Guatemala con unos 40 mil desaparecidos”, apunta Ugaz.

El paso siguiente, y a modo de reparación simbólica, es lograr la conformación de una microempresa de tejido exitosa que emplee a las mujeres y hombres que fueron víctimas de la guerra interna que sacudió a nuestro país entre 1980 y 2000, y que exporten a Europa y Estados Unidos tejidos para niños de 0 a 12 años de edad. Es tiempo de memorias, pero también es tiempo de tejer esperanzas y progreso.

Marcelo Puelles
Redacción
Diario La Primera

 

 

LEGADO FOTOGRAFICO DE LA COMISION DE LA VERDAD Y RECONCILIACION

(PAGINA 01) (PAGINA 02)
 

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El 8 de noviembre de 1989 la Policía Nacional realiza un operativo en la Facultad de Medicina de San Fernando de la Universidad de San Marcos. Los policías detienen a estudiantes sospechosos de terrorismo.
Foto: Diario Oficial El Peruano.

Familiares de las víctimas del caso La Cantuta. El 18 de julio de 1992, nueve estudiantes y un profesor de la Universidad Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, fueron secuestrados por el "Grupo Colina" en el campus de dicha universidad. Después de un año, en julio de 1993, sus restos se hallaron en fosas clandestinas en Cieneguilla, Lima.
Foto: Mariana Bazo. Agencia Rauters.

María Elena Moyano, ex-teniente alcalde de Villa el Salvador, militante de Izquierda Unida y presidenta de la Federación Popular de Mujeres del distrito, durante un acto público de 1992.
Foto: Diario La República.

La calle Tarata, Lima, al día siguiente del atentado senderista del 16 de julio de 1992, que dejó 22 muertos, más de 100 heridos y cerca de 200 viviendas inutilizadas.
Foto: Carlos Domínguez.

Niña de 13 años que presenció el asesinato de sus padres. Albergue para niños huérfanos por la guerra interna, Misión de Ocopa, Junín, 1995.
Foto: Cecilia Larrabure, de la serie "Ciertos Vacíos".

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Soldados enseñan los símbolos patrios a niños del asentamiento humano Huaycán, Lima, durante una campaña de "acción cívica".
Foto: Onésimo Bottoni.

Mujeres de la Asociación Nacional de Familiares Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú, ANFASEP, en el local de la institución en Huamanga, Ayacucho. Diciembre de 2000.
Foto: Nancy Chapell.

Campesinos de Huaraccopata, comunidad ubicada en las alturas de la provincia de Huamanga, Ayacucho, regresan a su tierra de forma voluntaria en mayo de 1996, después de más de 11 años.
Foto: Francisco Rodríguez. Revista Caretas.

El 21 de octubre de 1996, tras un año y ocho meses de prisión injusta en el penal Castro Castro, Gregorio Apaza (45) es encontrado inocente, indultado y puesto en libertad. En la imagen lo recibe su familia.
Foto: Jaime Rázuri.

Mujer muestra la foto carnet de un familiar desaparecido en Ayacucho, 1984.
Foto: Vera Lentz.

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