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El polvorín

Egipto - Cómo el Ejército ha aplastado la revolución egipcia

27 Mayo 2012 , Escrito por El polvorín Etiquetado en #Politica

 

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Pierre Puchot, desde El Cairo
Mediapart
http://www.mediapart.fr
Traducción de Faustino Eguberri
Viento Sur
http://www.vientosur.info/

 
Algunas mantas sobre tiendas vacías, como si abrigaran a los fantasmas de los revolucionarios caídos desde el 24 de febrero de 2011. A lo lejos, una lona desgarrada a merced del viento: esto es todo lo que queda del gran campamento de la Plaza Tahrir, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo. En este mes de mayo, la plaza está tranquila, las banderas egipcias no son ya enarboladas por los manifestantes sino que son vendidas a los turistas junto a los peluches en las tiendas. En El Cairo, las elecciones presidenciales se celebran en medio de una gran incertidumbre. La primera vuelta está organizada durante dos días, el miércoles y el jueves 23 y 24 de mayo. La segunda vuelta está prevista para los días 16 y 17 de junio.

La comisión electoral ha “calificado” a trece candidatos. Con 76 años, el antiguo ministro de asuntos exteriores, Amr Mussa, aparece como uno de los favoritos. Secretario General de la Liga Árabe hasta julio de 2011, es sin duda el político más conocido de Egipto, gusta a la burguesía egipcia, y hace campaña desde hace un año por una segunda república de contornos aún difusos.

Frente a él, Mohammed Morsi, 60 años, alto responsable de los Hermanos Musulmanes (45% de los escaños en la Asamblea Nacional), fue diputado de 2000 a 2005. Abdel Moneim Abul Futuh es por su parte un antiguo cuadro de los Hermanos Musulmanes, que pretende plantearse como aglutinante entre islamistas y revolucionarios laicos. Entre los outsiders, Ahmed Shafiq, 70 años, último primer ministro del expresidente Mubarak, Hamdeen Sabahi, candidato del partido nasserista Karama, o Khaled Ali, 40 años, abogado de los revolucionarios de la plaza Tahrir. Sin casi ninguna posibilidad de éxito, se encuentra finalmente a Selim Al-Awa, cercano tanto al ejército como a los Hermanos Musulmanes, Ahmed Khairallah, jubilado de los servicios secretos egipcios, los antiguos oficiales de policía Mahmud Hossam y Mohamed Fawzi, y el antiguo diplomático Abdallah Al-Ashaal.

Cualquiera que sea la elección de los electores egipcios, e incluso si las elecciones se desarrollan en condiciones de transparencia satisfactorias, chocará con la gestión del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA) que, desde la salida de Mubarak, organiza de forma caótica el período de transición. Hoy, la Constitución sigue sin estar elaborada y subsiste la mayor indefinición sobre la composición misma de la comisión encargada de elaborarla.

Resultado: los egipcios eligen un presidente sin saber cuales serán sus prerrogativas exactas, ni cuál será su futuro régimen político (¿parlamentario, presidencial?), igual que lo han hecho antes para sus diputados.

Más de 12.000 procesos ante los tribunales militares

Desde el mes de febrero de 2011, la confiscación de la revolución por el ejército se ha hecho en la calle, en los sótanos de las comisarías, de los cuarteles, del célebre Museo de El Cairo donde tantos manifestantes han sido torturados, luego ante los tribunales militares que funcionan a tope. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos no pueden ya ni contar los procesos emprendidos por esos tribunales de excepción. Human Rights Watch, que dispone en El Cairo de una oficina particularmente atenta, evalúa su número en 12.000 desde el fin del mes de febrero de 2011. Desde que está al mando, el CSFA ha marginado completamente a la justicia civil.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, el balance de la gestión de los diez y nueve militares reagrupados en el seno del CSFA, tras la salida de Hosni Mubarak, es sencillamente aterrador. La violencia utilizada por el ejército contra los manifestantes, acentuándose a lo largo de los quince últimos años, se ha concretado en numerosas ocasiones en casos de torturas y de asesinatos de manifestantes. Particularmente en El Cairo en febrero 2011, el 5 marzo, el 5 de abril, el 21 de junio… Las detenciones y las víctimas de la represión se cuentan por centenares. Y cuando, en noviembre de 2011, en la plaza Tahrir, era la policía la que estaba en la vanguardia, las ONGs demuestran claramente que seguía siendo el ejército, manteniéndose detrás de los enfrentamientos, quien daba las órdenes.

El 4 de mayo, Human Rights Watch denunciaba de nuevo las torturas por parte de los militares, tras la detención en El Cairo de varios centenares de manifestantes, de los que al menos 254 permanecen en detención a día de hoy.

Los observadores han subrayado además, desde hace un año, la presencia de grupos de civiles armados que, como este 2 de mayo, han atacado a los manifestantes en el barrio de Abbasiyya en El Cairo, matando a nueve personas ante los ojos impasibles de los militares. En numerosas ocasiones, como en marzo de 2011, Human Rights Watch cuenta haber observado a militares utilizando a las milicias de los barrios para reprimir a los manifestantes, igual que a bandas armadas, a las que las autoridades recurrían ya en tiempos de Mubarak.

Pero el ejército no tiene siempre necesidad de auxiliares para reprimir, habiendo ocurrido lo peor en la manifestación de los coptos del barrio Maspero, situado a menos de un kilómetro de Tahrir, el 9 de octubre de 2011. Trece personas encontraron la muerte, aplastadas por los vehículos militares, y catorce murieron por disparos de balas.

A pesar de los centenares de casos de torturas, a pesar de la muerte de manifestantes, jamás el ejército ha procedido a la interpelación de los responsables militares, salvo en cuatro casos, referidos a tres militares que aplastaron a los manifestantes de Maspero y al oficial a cargo de los manifestantes, en marzo de 2011, en el subterráneo del Museo de El Cairo. Dos procesos fueron organizados por tortura, uso excesivo de la violencia y homicidio involuntario. El oficial del Museo fue sobreseído, y los tres soldados de Maspero siguen a la espera de su sentencia.

Otra evolución sensible desde el fin del año pasado: la prohibición de estancia para ciertos periodistas y para activistas egipcios y extranjeros. Numerosos blogueros egipcios purgan actualmente penas de prisión tras haber sido condenados por “insulto al Ejército” o a la religión. El célebre bloguero tunecino Aziz Amami, detenido el 6 d enero de 2011 por la policía del antiguo presidente Ben Ali, nos contaba a mediados de mayo en Túnez cómo había sido detenido en el aeropuerto de El Cairo, y luego golpeado y amenazado por los policías durante su detención en el aeropuerto.

Heba Morayef dirige la oficina de El Cairo de Human Rights Watch. En su opinión, “el Ejército utiliza métodos detestables e ilegales para hacer reinar el orden. La represión se ha convertido en una política de estado. El CSFA ha logrado enfrentar a los egipcios unos contra otros. No creo que tema por la permanencia de su poder”. “El ejército no está totalmente desacreditado, señala por su parte la investigadora egipcia en ciencias políticas Chaymaa Hassabo. Ha logrado llevar el mensaje a la burguesía de que los manifestantes eran malhechores, un mensaje que ha penetrado también en las clases populares”.

Es en este contexto en el que se desarrollan las elecciones presidenciales, cuyo resultado es imprevisible. Los principales candidatos han tomado por otra parte mucho cuidado de no pronunciarse públicamente sobre el futuro del CSFA y el lugar del ejército en el Egipto de mañana.

“Harán falta diez años para ver el final de este período de transición”

Estos últimos meses, todos los analistas han señalado las negociaciones más o menos avanzadas entre los principales candidatos y el CSFA del general Tantaui. Este último ha prometido entregar los poderes a los civiles tras las elecciones, pero no duda ya en proclamarse en la televisión como hombre de estado, al lado de los representantes oficiales extranjeros de visita, como este mes, el primer ministro palestino Mahmud Abbas.

Al mismo tiempo, el CSFA no se considera oficialmente con derecho a emprender reformas, pero ha realizado una política de endeudamiento masivo sobre un fondo de crisis presupuestaria. Ninguna política de relanzamiento o de aumento significativo de los salarios del sector público ha sido emprendida, hasta el punto de que algunos observadores se preguntan qué ha ocurrido con los fondos internacionales. Algunos egipcios, como Zeinab Abul-Magd, señalan el hecho de que los generales hayan organizado la transición de forma que no sea amenazado su control sobre la economía del país.

Autora de una tesis sobre los ocho últimos años del régimen de Mubarak y la aparición de movimientos de protesta, la investigadora egipcia Chaymaa Hassabo estima que “estas elecciones representan sin embargo algo para los egipcios, que no están aún hastiados del acto ciudadano que significa el hecho de votar. Se ve en las discusiones, los cafés, los debates, incluso si nadie sabe muy bien por quien votar y que el candidato que va a ser elegido será seguramente pro-militar. A pesar de todo, contrariamente a en tiempos de Mubarak, las condiciones para ser candidato han sido correctas”.

Para Chaymaa Hassabo, el problema se sitúa en lo indefinido de los programas de los candidatos, pero también en los pequeños arreglos del ejército, que ha mantenido en la declaración constitucional redactada por él mismo en la primavera de 2011, el artículo 28 –idéntico al adoptado bajo Mubarak- que coloca a la comisión electoral al margen de todo recurso posible. En Egipto, los resultados de la votación, igual que el papel y las decisiones de los miembros de la comisión no podrán por consiguiente ser puestos en cuestión.

Este control del CSFA sobre la vida pública no logra ocultar la liberación de la palabra, de la expresión artística e intelectual, si se cree a Hana Al-Bayaty. Esta franco-irakí, que participa en la creación de un centro cinematográfico, en pleno centro de El Cairo, cuya apertura está prevista para septiembre, vive desde hace siete años en la capital egipcia: “Por supuesto, está el CSFA, pero no estoy de acuerdo con todos los que dicen que nada ha cambiado, explica. Subestiman este país y la revolución, no ven que la capa de plomo que se había abatido sobre los egipcios ha desaparecido, que nadie puede ya hacerles callar. Mirad la televisión por la noche, descubriréis una libertad de debate y de tono”.

Más allá de estas elecciones presidenciales, ¿cómo se organizará Egipto? “Pienso que serán necesarios al menos diez años para librarse del período de “transición”, juzga Chaymaa Hassabo. Las fuerzas revolucionarias están dispersas, pero existen, y los militantes aprenden rápido. La primavera egipcia no está más que en sus comienzos”.

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