El proyecto imperial de EE.UU.
El proyecto imperial de EE.UU.
por Rick Rozoff / Red Voltaire
¿Cómo explicar el incansable militarismo de los Estados Unidos y las guerras e invasiones que desata en el mundo entero? ¿Cómo los EEUU pueden seguir invirtiendo tanto dinero en armas —incluso bajo el mandato de un presidente Nobel de la Paz— cuando su propio país atraviesa una crisis económica y social grave? Para responder a estas interrogantes sólo nos queda la reflexión y la lógica y ella nos indica que la elección de esta política por parte de EEUU responde un objetivo claro. Nuestro colega e investigador Rick Rozoff nos da algunos elementos para comprender mejor esta paradoja.
Se puede ganar una guerra sin librarla. Se puede vencer si un adversario sabe que es vulnerable a un ataque instantáneo e indetectable, abrumador y devastador, sin la posibilidad de defenderse o de tomar represalias.
Lo que se aplica a un país en particular también vale para todos los adversarios potenciales y ciertamente para cualquier otra nación del mundo.
Existe sólo un país con la capacidad militar y científica y que ha proclamado abiertamente su intención de lograr esa capacidad. Esa nación es la que su actual jefe de Estado definió en diciembre pasado como la única superpotencia militar del mundo. [1] Un país que aspira a seguir siendo el único Estado en la historia que ejerce la dominación militar de espectro completo en la tierra, en el aire, en los mares y en el espacio.
Que mantiene y extiende bases militares y tropas, grupos de batalla de portaaviones y bombarderos estratégicos sobre y en casi cada latitud y longitud. Que lo hace con un presupuesto de guerra récord posterior a la Segunda Guerra Mundial de 708.000 millones de dólares para el próximo año.
Después de lograr esa situación en gran parte por haber sido el primer país que desarrolló e utilizó armas atómicas, está ahora en condiciones de fortalecer su supremacía global a través del reemplazo de la opción nuclear.
Entre 1999 y 2003 EE.UU. dirigió tres grandes guerras en menos de cuatro años contra Yugoslavia, Afganistán e Iraq y en los tres casos envió entre decenas y cientos de miles de soldados después de ataques aéreos y con misiles. El Pentágono estableció bases militares en las tres zonas de guerra y, aunque la contaminación con uranio empobrecido y bombas de racimo sigue existiendo en los tres países, los soldados estadounidenses no han tenido que enfrentar un terreno irradiado. Sería superfluo y demasiado costoso en muchos sentidos lanzar un ataque nuclear si un ataque convencional sirve para el mismo fin.
El 8 de abril los presidentes de EE.UU. y Rusia, Barack Obama y Dmitri Medvedev, firmaron un nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START por sus siglas en inglés) en la capital checa Praga para reducir sus respectivos arsenales nucleares y sistemas de lanzamiento (sujeto a ratificación por el Senado de EE.UU. y la Duma rusa). Antes, durante la misma semana, publicó su nuevo Estudio de la Postura Nuclear (NPR) que por primera vez pareció abandonar el primer uso de armas nucleares.
Parecería que la sombría nube nuclear que ha colgado sobre la cabeza de la humanidad durante los últimos 65 años se estuviera disipando.
Sin embargo EE.UU. conserva 1.550 ojivas nucleares desplegadas y 2.200 (según algunos cálculos 3.500) más almacenadas y una tríada de vehículos de lanzamiento terrestres, aéreos y submarinos.
Lo que es más alarmante, sin embargo, es que Washington sigue adelante con el proyecto de reemplazar la espada y el escudo nuclear –para chantaje y disuasión– por un modelo no nuclear que podría desestabilizar el anterior “equilibrio del terror” que ha sido una pesadilla criminal durante seis décadas, pero con sesenta años sin una guerra masiva de misiles.
La nueva espada, o lanza, integra planes para sistemas de armas convencionales de primer ataque empleando la misma tríada de componentes de tierra, aire y mar –más el espacio– y el escudo es una red mundial de despliegues de misiles interceptores, también en las cuatro áreas. El Pentágono se propone poder atacar primero e impunemente.
El arsenal no nuclear utilizado para neutralizar y destruir las defensas aéreas y estratégicas, potencialmente todas las fuerzas militares importantes de otras naciones, consistirá en misiles balísticos intercontinentales, misiles balísticos adaptados a lanzamiento desde submarinos, misiles crucero y bombarderos hipersónicos, y bombarderos estratégicos “super-stealth” capaces de evitar la detección por radar y así evitar las defensas basadas en tierra y aire.
Cualesquiera misiles de alcance corto, intermedio y largo que queden en el país atacado serán en teoría destruidos después de ser lanzados por misiles interceptores cinéticos, capaces de destruir por impacto. Si los misiles neutralizados portaran ojivas nucleares, la precipitación radioactiva ocurriría sobre el país que los lanza, sobre un área marítima cercana u otra nación elegida por EE.UU.
Un comentario ruso de hace tres años describió la interacción entre el primer ataque y los sistemas de misiles interceptores como sigue:
“Se puede invertir en el desarrollo de un misil antibalístico (ABM) verdaderamente efectivo y de armas de primer ataque, por ejemplo, en sistemas convencionales de alta precisión. El objetivo final es crear la capacidad para un primer ataque desarmante (nuclear, no nuclear o mixto) del potencial nuclear estratégico del enemigo. El ABM destruirá todo lo que sobreviva el primer golpe.” [2]
El tan retrasado Informe del Estudio de la Postura Nuclear de este mes reafirma los planes del Pentágono de “mantener un disuasivo nuclear creíble y de reforzar las estructuras de seguridad regionales con defensas de misiles…” [3]
También confirma que la incorporación de “sistemas no nucleares a los objetivos de disuasión regional y de seguridad de EE.UU. será preservada evitando limitaciones en la defensa de misiles y preservando opciones para el uso de bombarderos pesados y de sistemas de misiles de largo alcance en tareas convencionales.”
En una conferencia de prensa del 6 de abril sobre el Estudio de la Postura Nuclear con el secretario de defensa Robert Gates, el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Michael Mullen, la secretaria de Estado Hillary Clinton y el secretario de energía Steven Chu, Gates dijo que “mantendremos la tríada nuclear de ICBM [Misiles balísticos intercontinentales], aviones con capacidad nuclear y submarinos con misiles balísticos” y “seguiremos desarrollando y mejorando capacidades no nucleares, incluyendo defensas de misiles regionales.” Mullen habló de “defender los intereses vitales de EE.UU. y los de nuestros socios y aliados con una mezcla más equilibrada de medios nucleares y no nucleares que la que tenemos a nuestra disposición actualmente.” [4]
El Informe del Estudio de Defensa con Misiles Balísticos del 1 de febrero, señaló que “EE.UU. mantendrá un enfoque adaptable por fases de la defensa con misiles” y “desarrollará capacidades móviles y relocables.”
Además, “el gobierno está comprometido con la implementación de un nuevo Enfoque Europeo Adaptable por Fases dentro de un contexto de la OTAN. En Asia Oriental, EE.UU. trabaja para mejorar las defensas con misiles mediante una serie de relaciones bilaterales. EE.UU. también mantendrá una cooperación reforzada con una serie de socios en Oriente Próximo.” [5]
El Informe del Estudio Cuadrienal de Defensa de febrero habla de planes similares.
El Estudio “presenta dos objetivos claros. Primero, reequilibrar aún más las capacidades de las Fuerzas Armadas de EE.UU. para imponerse en las guerras actuales, mientras crea las capacidades requeridas para encarar futuras amenazas.”
Señala que “EE.UU. sigue siendo la única nación capaz de proyectar y sostener operaciones a gran escala en distancias extensas” con “con una fuerza militar de 400.000 miembros… estacionados en posiciones avanzadas o desplegados por todo el mundo,” y que está “capacitada por capacidades cibernéticas y espaciales y reforzada por capacidades estadounidenses para rechazar los objetivos de sus adversarios mediante la defensa balística de misiles…”
Uno de sus objetivos clave es “expandir las futuras capacidades de ataque de largo alcance” y promover el “rápido crecimiento de las capacidades de defensa con misiles balísticos basados en mar y tierra.” [6]
EE.UU. también intensifica los programas de guerra espacial y cibernética con el potencial de paralizar los sistemas de vigilancia y comando militar, control, comunicaciones, informáticos y de inteligencia de otras naciones, llevándolas a la indefensión en todos los ámbitos, fuera del táctico más básico.
El programa según el cual Washington desarrolla su capacidad de armas convencionales para suplementar su anterior estrategia nuclear es llamado Ataque Global Inmediato (PGS por sus siglas en inglés), al que se refiere alternativamente como Ataque Global Inmediato Convencional (CPGS).
Global Security Newswire escribió recientemente sobre la propuesta de START II que “miembros de la elite política de Rusia están preocupados por lo que el acuerdo dice o no dice sobre los sistemas de defensa de misiles balísticos de EE.UU. y de “ataque inmediato global…” [7]
De hecho, el sucesor de START I no dice nada sobre políticas estadounidense de misiles interceptores o de primer ataque convencional, y al hacerlo dice todo al respecto. Es decir, el nuevo tratado no las limita o afecta de ninguna manera.
Después de la ceremonia de firma en Praga el 8 de abril el Departamento de Estado de EE.UU. emitió una hoja de datos sobre el Ataque Global Inmediato que señalaba:
“Punto clave: el Nuevo Tratado START no contiene ninguna restricción sobre el potencial actual o planificado de ataque global inmediato convencional de EE.UU.”
A modo de información sobre los antecedentes y para suministrar un marco para la actual estrategia militar de EE.UU. agregó:
“El crecimiento de capacidades militares convencionales sin rival de EE.UU. ha contribuido a nuestra posibilidad de reducir el papel de armas nucleares en la disuasión de ataques no nucleares… El Departamento de Defensa (DoD) explora actualmente toda la gama de tecnologías y sistemas para una capacidad de Ataque Global Inmediato Convencional (CPGS) que podría ofrecer al presidente opciones más verosímiles y técnicamente adecuadas para encarar amenazas nuevas y en desarrollo.” [8]
Al describir las partes constituyentes de PGS, el comunicado de prensa del Departamento de Estado también reveló:
“Los esfuerzos actuales también examinan tres conceptos: Vehículo de Tecnología Hipersónica, Misil de Ataque Convencional, y Arma Hipersónica Avanzada. Esos proyectos son administrados por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (DARPA), el Centro Espacial y de Misiles de la Fuerza Aérea de EE.UU., y el Comando Espacial y de Defensa de Misiles del Ejército respectivamente… El límite [de START II] acomodaría todos los planes que EE.UU. podría desarrollar durante la vida de ese Tratado para desplegar ojivas convencionales en misiles balísticos.”