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El polvorín

En Sicilia, Italia: El barrio Zen, donde cuesta trabajo encontrar identidad

14 Julio 2010 , Escrito por El polvorín Etiquetado en #Politica

Aquí, las historias dramáticas no entristecen a nadie, sólo quien escucha con extrañeza se queda sin palabras y quisiera hacer algo para acercarse y cambiar un destino que parece estar marcado.

Alessia Maso

Palermo, Italia. El San Filippo Neri, irónicamente conocido como el barrio Zen de Palermo, es famoso por la pobreza e ilegalidad que colorean los descascarados edificios amarillos. Fue habitado aún antes de que se terminara su construcción, y ahora viven ahí cerca de 22 mil personas. Está dividido en dos partes: Zen 1 y Zen 2. Para los habitantes es importante la distinción, los del 1 sienten que están mejor que los del 2, y éstos no tienen ninguna intención de padecer la arrogancia de los otros.

En el Zen 2, efectivamente, la situación es complicada, son casas públicas del Instituto Autónomo de Casa Populares, ocupadas desde los años 80, por gente expulsada del centro histórico de la ciudad. Las conexiones a la red hidráulica, de drenaje y de electricidad no habían sido hechas, y luego de la ocupación ya nadie de encargó del problema. La cuestión fue enfrentada de manera ilegal, con un proceso controlado por la mafia local, la cual aún ahora tiene muchos negocios relacionados con el barrio.

Actualmente no existe un procedimiento para legalizar la situación en el Zen 2. Si quieres el servicio de luz tienes que presentar la copia del contrato de renta. Los habitantes de los pabellones amarillos (así llaman aquí a los edificios) desde hace algunos años pagan una cuota de mensual, a la que todo mundo llama “renta”, con la diferencia de que este pago no da ningún derecho: te pueden desalojar mañana, el recibo no sirve para solicitar servicios.

Cuando las monjas de la zona intentaron tener un abastecimiento normal de agua por parte de la empresa municipal, les contestaron “vean de arreglárselas, pregúntenle a los vecinos”. No existe siquiera un procedimiento para regularizarse, para comprar los departamentos, para hacer algo que asegure el poder permanecer en la casa donde vives desde hace 20 años, donde nacieron y crecieron tus hijos.

huellas

huellas

“Te gustaría tener un trabajo pero no lo encuentras, quisieras estar tranquilo y no puedes. Es fácil decir que no deberíamos mandar a nuestros hijos a la calle, como dicen las maestras, pero nuestras casas tienen dos cuartos ¿dónde pueden jugar los niños?”, se lamenta una mamá. Sin embargo, son mujeres fuertes, y aunque sean jóvenes, han visto tanto. De forma espontánea quieren para sus hijos una vida mejor a la suya, aunque a veces es realmente difícil.

“A los 14 años me escapé con el gran ‘amor de mi vida’ (¡bello el amor!) y quedé embarazada inmediatamente, parecía que sólo buscaba eso. Después tuve otros tres hijos. A veces mi esposo trabajaba. Había días que no traía nada a la casa. Pero siempre salimos adelante porque yo ahorraba.” Escuchándola una se pregunta ¿qué cosa ahorraba?

No tengo el coraje de hacerle la pregunta, pues la narración continua, así que no hay espacio para comentarios ni para pensar. “Pero ahora estamos separados en la casa porque él ha exagerado. Desde que no me acuesto con él no me da dinero. Luego, hay otra cuestión, que ahora mi hija más grande tuvo una bebé, y yo la cuido porque mi hija todavía está chica, así que también hay que darle de comer a esta criatura. Y yo no quiero estar con mi esposo. Tengo que encontrar un trabajo porque él nunca se va a ir de la casa y yo no puedo irme.”

En cierto punto le preguntas cuántos años tiene, pues has perdido toda referencia. “Tengo 39 y ya soy abuela, ¡pero conozco una abuela de 37!” Ahí comienza la competencia de quién es la abuela más joven del barrio y terminamos riendo todas juntas, contando la vida de todas las vecinas.

Las historias dramáticas no entristecen a nadie, sólo quien escucha con extrañeza se queda sin palabras y quisiera hacer algo para acercarse y cambiar un destino que parece estar marcado. Nuevamente te descolocan. “En este barrio hay un mar de proyectos, asociaciones, de todo, y todo mundo ‘nos come’, excepto los habitantes. Todos se enriquecen y se sienten buenos porque vienen a hacer el bien.”

Y una vez más te das cuenta de que, incluso en esa parte de Palermo donde cuesta encontrar una identidad, cuando salen del barrio dicen “voy a Palermo”. Son necesarios procesos de liberación, que den espacio a la autodeterminación, sin imposición de fuera, y también sin constricciones debidas a la ausencia de derechos fundamentales, como la casa y el trabajo.

 

Manos lista para trabajar

Manos lista para trabajar

 

Tomado de Desinformémonos

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