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El polvorín

¿Por qué Hemingway abandonó Cuba?

14 Mayo 2010 , Escrito por El polvorín Etiquetado en #Politica

De parte de Michel Porcheron, periodista en Granma Internacional

Ernest Hemingway salió de Cuba el 25 de julio de 1960.

¿Sabia que era para siempre? ¿Tenia esperanza de volver? Se ha especulado mucho. Una cosa cierta era que Don Ernesto estaba muy enfermo.

De ese periodo dramático, una sola persona, además de la esposa Mary Welsh fue testigo directa: Valerie Danby-Smith, irlandesa, 20 anos, que E.H había conocido en España en 1959 y que contrato para trabajar de secretaria.

Periodista y escritora independiente, escribió hace seis anos “Running With the Bulls. My hears with the Hemingways” portada-valerie-2(leanse la contraportada ). Llego a La Habana el 27 de enero de1960. Hemingway fue a recibirla al aeropuerto, acompañado por Juan, su chofer.

En ocasión del 50 aniversario del encuentro con Fidel Castro (afirmo Fidel en 1989 que se habían visto un par de veces, sin mas precisión) y de la salida de Hemingway de la Finca Vigía y de Cuba, Cuba, el testimonio de Valerie Danby-Smith (p.131-133) tiene un alto valor histórico, por ser un documento único innegable.

Narra (p.145-147) por otra parte el día de premiación del Torneo Hemingway de Pesca del Pez Espada (se puede consultar, enfocado sobre la presencia del Che:   http://www.granma.cu/espanol/2010/abril/lun26/ernesto.html

http://www.granma.cu/frances/2010/abril/vier30/che.html )

p.131-133:   ”Solo estuvimos presentes Ernest, Mary, Phil y yo”

“Comencé a ateso­rar esos momentos en que estábamos juntos, y disfrutaba de la armonía, la tranquilidad, la vida intensamente privada que vivíamos ahora, tan lejos del frenesí, de la extroversión que provocaba el constante asedio de la celebridad tal como lo habíamos experi­mentado en Europa.

Me imaginaba con cariño como viviríamos todos en ese paraíso, en ese, Jardín del Edén, Ernest, Mary y yo, René y Juan, Marta y Ana, la lavandera rechoncha, la cocinera, Pu­chilo, el jardinero, v sus ayudantes contratados, sin que nada pudiera romper ese circulo perfecto. ¡Que sueno tan absurdo!

El jueves por la noche por lo común venia a cenar Phil Bonsall, embajador norteamericano, y fue un jueves por la noche cuando oste sueno del Edén manifestó los primeros síntomas de que se iba a resquebrajar.

A Ernest le encantaba conversar con Phil, que representaba una conexión directa con su tierra natal. Quintaesencia de lo norteamericano, aunque había vivido en Estados Unidos una mínima porción de su vida adulta, Ernest seguía con avidez todo lo que sucediera en su país natal: política interior y extranjera, lo militar, los deportes, el submundo y toda clase de intrigas. Con cada visita de los jueves vimos a las claras que Bonsall se mostraba cada vez menos tranquilo acerca de la relación existente entre Estados Unidos y Cuba, y acerca de lo endeble que empezaba a ser su propia situación.

En una de sus visitas de aquella primavera apareció con el semblante muy serio. Le trajo a Ernest un mensaje importante, aunque informal, de Washington D. C.  El gobierno es­tadounidense empezaba a plantearse muy seriamente la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. Hemingway era ciudadano norteamericano, pero también era residente en Cuba, y seguía sien­do el expatriado más conspicuo y relevante de la isla a todos los efectos.

Lo que Washington deseaba de él era no solo que pusiera punto final a su residencia en Cuba, sino también que diera abier­ta manifestación de su desagrado con el gobierno de Castro y el régimen cubano.

Ernest protesto: aquélla era su casa, era un escri­tor, no veía que hubiera motivo para cambiar su forma de vida, su vida misma, su manera de ganársela. Los cubanos eran sus amigos, el personal de la finca era su familia; ¿como iba un escritor a ejer­cer su oficio y preocuparse a la vez de las cambiantes situaciones políticas? El había visto a los líderes ir y venir a lo largo de la histo­ria, había vivido en plena conmoción política durante los anos que llevaba en la isla, aquello no era asunto suyo. Su misión era escri­bir. A lo largo de toda su vida había demostrado su lealtad incon­dicional a Estados Unidos sin vivir en el país. Era reconocido en el mundo entero sobre todo por ser un escritor norteamericano; su lealtad a su nación nunca se había puesto en duda.

Phil, que era un hombre sensible, amable, comprensivo, se mostro de acuerdo con Ernest. No tenía nada que rebatir a todo lo que dijo Ernest; lo entendía perfectamente. Pero le insistió en que en Washington al­guien veía las cosas de otro modo. No entendían la situación tal como la entendía Ernest. La destacada presencia de Hemingway en La Habana podría llegar a ser una situación embarazosa para su país.

¿Por qué permitir que sucediera tal cosa, cuando estaba en su mano hacer uso de su influencia para lograr propósitos más po­sitivos? Si el escritor no estaba dispuesto a adoptar una actitud propia de figura publica en defensa de su país, podría verse obli­gado a afrontar las consecuencias. La palabra «traidor» había salido a relucir. Phil reitero que la conversación era de carácter estricta­mente privado, no una comunicación oficial. Se trataba de una advertencia hecha por un amigo, pero debía hacer caso. En su condición de verdadero diplomático, Phil termino su perorata y paso como si tal cosa a tratar asuntos más livianos, sin volver a referirse a la cuestión.

 

Solo estuvimos presentes Ernest, Mary, Phil y yo. No quiso ser una amenaza, pero lo era en el fondo. Ernest hizo como que no se lo había tomado en serio pero, a medida que pasaban los días, me di cuenta de que la amenaza de perder su casa y  todo lo que representaba empezó a tener un gran peso en su ánimo.

En su siguiente visita, Phil nos comunicó con tristeza que había sido convocado a Washington. Las relaciones diplomáticas entre Es­tados Unidos v Cuba se habían roto. Al día  siguiente tenia previsto viajar a Estados Unidos. Tratamos de mostrarnos animados, de reírnos, y comentamos que se trataba de una medida temporal, que pronto volverían las cosas a su cauce. En menos de un ano volveríamos a estar todos sentados a la misma mesa, acordándonos de ese momento y riéndonos sin temor a nada.

Antes de marcharse, Phil recordó a Ernest lo que le había dicho en su visita anterior. Tenía más que nunca la sensación de que Ernesto iba a tener que elegir manifiestamente entre su país y su tierra de adopción; iba a tener que hacerlo con claridad y de forma notoria, de modo que el mundo supiera de qué parte se encontraba.

Nos abrazamos al despedirnos, prometimos  a volver a vernos pronto, quisimos creer que la situación mejoraría. Cuando nos despedimos de Phil desde la escalinata  de entrada, al marcharse, noté la tristeza que asomaba a los ojos de Ernest. Ninguno de los tres veríamos a Phil nunca más”.

[Paginas 131- 133, "Correr con los toros. Mis anos con los Hemingway", 2005, Taurus, Santillana Ediciones Generales, Madrid, 386 p. Titulo original : "Running with the Bulls. My years with the Hemingways", 2004. Traducción al español de Miguel Martinez-Lage. Con bibliografía, Indice onomástico y Álbum de fotos (33)]

 

Tomado de Cubadebate

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